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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Las guerras de Putin (y 3)

Emilio de Miguel Calabia el

A lo largo de los conflictos que Rusia ha conocido en los últimos 20 años, ha ido adoptando un concepto de la guerra que algunos han calificado de “no lineal”. Una de las razones de ser de este concepto es la conciencia de que Rusia es más débil que EEUU y ya no digamos que de todo Occidente. Por ello debe recurrir a medios no convencionales. En el fondo es lo que siempre han hecho los débiles en la Historia de las guerras: rehuír el combate frontal y centrarse en las tácticas y los terrenos en los que saben que, como poco, pueden conseguir paridad con el adversario.

En el caso de Rusia, la deriva ha estado marcada por el peso creciente de los servicios de inteligencia. Algunas herramientas en la panoplia rusa, a menudo impulsadas por los servicios de inteligencia son: combatientes subcontratados, de los que el mejor ejemplo es el grupo Wagner; la guerra electrónica; la “maskírovka”, que podría definirse como el uso de tretas, engaños y subterfugios, en los que los rusos han destacado siempre; la ciberguerra; la intimidación… Pero, según dice Galeotti, militares y espías no se ponen de acuerdo sobre el uso de estas herramientas. Para los militares son una manera de debilitar al enemigo y comenzar el combate desde una posición superior. Para los espías se trata de una alternativa viable al conflicto militar para imponer la voluntad rusa.

Y así llegamos al último capítulo que el autor terminó de escribir en junio de 2022: “Ucrania 2022: ¿la última guerra de Putin?” Este capítulo resulta un poco desconcertante. A lo largo de los capítulos precedentes hemos viendo las reformas de las FFAA rusas. Galeotti nos ha ido contando cómo el Ejército ruso ha aprendido las lecciones de las guerras en las que ha combatido en estos años y se ha convertido en una máquina moderna y eficaz. ¿Cómo ha podido ocurrir entonces que no hayan conseguido la victoria fulgurante que todos, empezando por ellos mismos, esperaban?

Para 2022 Putin llevaba años cociendo a Ucrania al fuego lento: la amenaza de una guerra había alejado a los inversores internacionales de Ucrania, la Armada rusa había impuesto un “bloqueo suave” a los puertos de Mariúpol y Berdiansk, los barcos ucranianos que pasaban por el Estrecho de Kerch se veían sometidos a retrasos y a incautaciones… Cuando Putin acumuló 140.000 hombres en las fronteras de Ucrania y EEUU alertó de que se preparaba una invasión, muchos no se lo creyeron. “La mayoría de los gobiernos europeos seguía dudando que Moscú fuera a ser tan temerario (…) El presidente ruso estaba ganando, pero si de verdad fuera ese astuto maestro de ajedrez de la geopolítica que muchos afirman que es, habría sabido explotar la situación y obtener el máximo beneficio (…) no parecía que Putin tuviera ningún motivo para abandonar su cautela habitual y romper su racha victoriosa. Si he de ser sincero, debo confesar que, a primeros de febrero de 2022, estimé que las probabilidades de que estallara la guerra no eran superiores al 30-40%”. Ahí Galeotti fue más listo que yo; para mí eran del 5%.

Galeotti atribuye un error tan garrafal a algo que ha ocurrido a muchos autócratas a lo largo de la Historia. Llega un momento en el que la gente sólo les cuenta lo que sabe que quieren oír. Galeotti señala que Putin ha ido viviendo en una burbuja informativa cada vez más reducida y su principal fuente de información han sido los servicios de información. Durante la pandemia su aislamiento se agudizó y es posible que se pusiera a reflexionar sobre Ucrania y el futuro; de hecho en 2021 publicó “Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos”, que es más un testimonio de su obsesión por Ucrania que un ensayo histórico sólidamente fundamentado. Es posible que sufra algún tipo de padecimiento y que le haya entrado prisa por culminar la labor de su vida: la restauración del imperio ruso.

Si los analistas se equivocaron al predecir que Putin no invadiría Ucrania, erraron aún más cuando pensaron que Ucrania no resistiría y que Rusia conseguiría sus objetivos bélicos con rapidez. ¿Por qué no sucedió esto último? ¿Qué tiene que decir Galeotti, el hombre que a lo largo de más de 200 páginas nos ha ido contando cómo el Ejército ruso fue modernizándose y ganando en eficacia?

Desgranaré a continuación los motivos que aduce Galeotti:

+ La estrategia inicial la pergeñaron Putin y su círculo íntimo, en el que nadie cuenta con experiencia militar. Debió de crearse esa visión de túnel en las que gente que comparte las mismas ideas y está muy cohesionada, debate sólo para confirmar las ideas de las que estaba convencida antes de comenzar el debate (para los interesados sería interesante leer a Daniel Goleman en “True Lies”, en la que habla como un grupo cohesionado y con visión de túnel puede tomar decisiones muy muy equivocadas). Galeotti piensa que denominaron la invasión “operación militar especial”, porque realmente creían que iba a ser eso, un paseo militar.

+ Una consecuencia de lo anterior fue la poca profesionalidad con la que se llevó a cabo la invasión: bombardeo preliminar limitado y poco intenso; asaltos a pequeña escala; tropas de infantería insuficientes; no se habían preparado suministros suficientes porque se esperaba un conflicto breve y poco intenso… Parecía que toda la estrategia hubiera sido elaborada asumiendo que los ucranianos no resistirían. Cualquier estrategia que se precie debe prever hasta lo más imprevisible. Y creer que tus adversarios van a reaccionar como te conviene que reaccionen, denota una falta de anticipación y un optimismo casi suicidas.

+ La combinación de los dos errores mencionados más arriba llevó a la dificultad para cambiar el diapasón y el análisis de la situación cuando las cosas empezaron a torcerse.

+La combatividad y preparación de los propios ucranianos, que llevaban ocho años preparándose y asegurándose de que no se repetiría un desastre tan estrepitoso como el de Crimea. Una lección de la Historia es que los seres humanos aprenden, sobre todo aquellos que han sido derrotados. Éstos saben que tienen que cambiar sus modos. En cambio, el ganador cree que porque el problema anterior era un clavo y él tenía un martillo, el próximo también tendrá la forma de clavo.

Más adelante Galeotti menciona algunas de las graves deficiencias militares rusas que han contribuido a la debacle: indisciplina, corrupción que hizo que se comparan materiales subóptimos, unidades carentes de los efectivos reglamentarios, falta de adiestramiento en combate urbano, bombas mal fabricadas o muy viejas que no explotaban al impactar, raciones caducadas, malas e insuficientes que son uno de los factores que han llevado a los soldados al bandidaje… Nuevamente observo con estupefacción que esto no tiene nada que ver con lo que Galeotti me había estado contando en las 200 páginas precedentes.

No ocurriéndoseme nada mejor, concluyo la entrada con estas observaciones de Galeotti a modo de conclusión: “Tras haberse comparado a figuras históricas como Pedro el Grande, Putin se arriesga a parecerse a Nicolás II, el último zar, que pensó que la Primera Guerra Mundial podría ser la oportunidad de renovar la legitimidad para él y para su régimen, pero acabó llevando a su país a una contienda que no podía ganar…”

 

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