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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

El futuro es asiático (1)

Emilio de Miguel Calabia el

(Kishore Mahbubani practicando su deporte favorito: fustigar a Occidente)

La colonización occidental dejó una resaca muy mala en el continente asiático. La pregunta, casi desde los albores del siglo XX, fue: ¿cómo Occidente pudo adelantarnos y conquistarnos? La China medieval estaba mucho más avanzada tecnológica y científicamente que Occidente. En el siglo XIII estuvo a un paso de inventar la Revolución Industrial. La Armada ming que llegó a las costas africanas en la primera mitad del siglo XV era más numerosa y avanzada que las tres barquichuelas que llevaron a Colón a América. La India representaba en el siglo XVI el 23% del PIB mundial y ningún país podía competir con los textiles bengalíes.

“De las ruinas de los imperios” de Pankaj Mishra cuenta cómo los asiáticos vivieron la intrusión occidental entre finales del siglo XIX y comienzos del XX a través de los ojos de tres intelectuales de tres diferentes culturas del continente: el iraní Jamal al-Din al-Afghani, el bengalí Rabindranath Tagore y el chino Liang Qichao. Mishra ha elegido estos tres ejemplos, pero hubiera tenido muchos más: el egipcio Muhammad Abduh, el chino Kang Youwei, el indio musulmán Muhammad Iqbal, Gandhi, el filipino José Rizal, el indonesio Wahidin Soedirohoesodo… En el terreno literario la trilogía de El Cairo del egipcio Naguib Mahfuz muestra muy bien la tensión de muchos de esos intelectuales, que se mueven entre una admiración reticente de Occidente, la indignación ante las injusticias de la Administración colonial y un complejo de inferioridad por haberse dejado sojuzgar.

Para los asiáticos no-musulmanes el ejemplo en aquellos años fue el Japón Meiji. Que una gran potencia como Rusia fuera derrotada por un pueblo asiático, supuso una enorme conmoción en el continente. Los asiáticos eran capaces de enfrentarse a Occidente con sus propias armas y derrotarlo. Muchos de los intelectuales asiáticos que he mencionado y muchos otros que no, pasaron por Japón en el primer tercio del siglo XX para inspirarse y aprender de los logros japoneses. Japón tuvo la oportunidad de convertirse en el líder de Asia en la lucha contra el colonialismo occidental, pero resultó ser un señor aún más implacable que los europeos.

Aunque Japón no dejara a los asiáticos ganas de repetir la experiencia, les enseñó que los imperios europeos podían ser derrotados. De hecho, Japón en los primeros compases de la Guerra del Pacífico se hizo con el control de la Indochina francesa, de la Indonesia holandesa, de las Filipinas norteamericanas, de la Malasia y Birmania británicas y hasta de la supuestamente inconquistable Singapur. Tras la derrota de Japón holandeses y franceses trataron de volver en sus colonias asiáticas a la situación previa a la II Guerra Mundial y descubrieron que era imposible. Eso sí, lo descubrieron después de varios miles de muertos. Los británicos, más inteligentes, se dieron cuenta de que su imperio se estaba yendo por el desaguadero de la Historia y fueron retirándose, dejando marrones varios en el camino de salida, que garantizaron que los muertos los pusieran otros. Para 1960, prácticamente toda Asia era independiente.

Pienso que fue la economía lo que devolvió a los asiáticos la confianza en sí mismos. A partir de mediados de los años cincuenta Japón vivió lo que se denominó el milagro económico japonés. Diez años despúes de que el país fuera arrasado por los norteamericanos, Japón comenzó a coger carrerilla. Para 1960 su producción industrial era el 360% de la de preguerra. Entre 1965 y 1980 su PIB se multiplicó por diez. Como referencia, el PIB español se multiplicó por 9,2 entre 1959 y 2015. Sus exportaciones entre 1960 y 1990 se multiplicaron por 70 y además, el componente tecnológico de sus exportaciones no paró de aumentar.

El modelo japonés fue replicado por otros países asiáticos con resultados más que satisfactorios. Fue lo que se llamó la teoría de la bandada de gansos, basándose en ideas del economista japones Kaname Akamatsu. En su variante más sencilla, la teoría dice que las naciones asiáticas despegarán y alcanzarán a Occidente por fases. El milagro japonés inspiraría a las denominadas economías recientemente industrializadas (Corea del Sur, Singapur, Taiwán y Hong Kong). Les sucederían los países más desarrollados de ASEAN (Tailandia, Malasia e Indonesia) y vendría por último la cola de la bandada, compuesta por los países asiáticos menos desarrollados (China, Vietnam y Filipinas).

Hay que reconocer que el modelo japonés funcionó. Los elementos clave del sistema eran: 1) La intervención del Estado en la economía, influyendo sobre las decisiones de los grandes conglomerados y asegurándose de que el crédito fluyera hacia los sectores que consideraba prioritarios; 2) Una ética social conservadora de raigambre confuciana, que privilegia a la colectividad sobre el individuo y hace de la armonía y la estabilidad valores supremos; 3) Una fuerte propensión al ahorro y a demorar las recompensas, así como un compromiso total con el trabajo. Mientras que los puntos 1) y 2) se dieron en todos los países, habría mucho que matizar sobre el punto 3), sobre todo entre los países de ASEAN.

Lo principal es que a la altura de los años 80, los países de Asia Oriental podían sentirse orgullosos: tres de las diez mayores economías del mundo eran asiáticas (Japón, China y la India); más aún, Japón había pasado de ser la octava economía mundial en 1960 a convertirse en la tercera en 1985. Además, lo habían logrado aplicando sus propias recetas, no las de Occidente. Fue en ese momento en el que apareció el debate sobre los valores asiáticos opuestos a los valores occidentales. Sus principales impulsores fueron el Primer Ministro malasio, Mahathir, y el Primer Ministro singapureño, Lee Kuan Yew. Si un modelo económico autóctono les había llevado al triunfo, ¿no podría esa victoria tener también una lectura socio-política? Igual que se habían desarrollado siguiendo su propia vía, podían organizar sus sociedades y sistemas políticos según sus propios valores. Ya no necesitaban prestar atención a la murga occidental sobre la democracia, las libertades y los derechos humanos. La democracia, las libertades y los derechos humanos, según los preconiza Occidente no son universales. Cada país tiene derecho a recrearlos a su imagen y semejanza, conforme a sus propias tradiciones culturales.

En la segunda década del siglo XXI, algunos pensadores asiáticos han dado un paso más. Ya no se trata de que existan unos valores asiáticos tan válidos como los occidentales. Ahora se afirma que Occidente está en decadencia y que los valores asiáticos son superiores. Hay varios acontecimientos que han llevado a esta vuelta de tuerca; los enumero: 1) Las desastrosas guerras e Iraq y Afganistán que EEUU se mostró incapaz de ganar supusieron un golpe muy fuerte para su prestigio; 2) El punto anterior fue acompañado de la percepción de que EEUU se estaba retirando de Asia y de que, en cualquier caso, cada vez era menos relevante en el continente. Que el Presidente Obama proclamara el “giro hacia Asia” en su política exterior, era el reconocimiento de una carencia clamorosa en la política exterior norteamericana de la era Bush, tan centrada en Oriente Medio. Lo hecho por Obama fue deshecho por Trump entre 2017 y 2020. Su primera acción como Presidente fue la retirada de EEUU del Acuerdo del Partenariado Transpacífico, un tratado comercial que fue había sido una jugada estratégica magistral de Obama. No contento con eso, se pasó la Presidencia poniendo zancadillas a sus aliados en la región; 3) La crisis financiera de 2008, que apenas afectó a Asia, fue vista como una crisis de las economías occidentales y de las mismas fórmulas que les habían impuesto a los asiáticos cuando la crisis asiática de 1997. Es más, mientras que EEUU rescataba a la desesperada a su sector financiero y Europa daba palos de ciego y aplicaba medidas de austeridad extrema, el mundo cifraba sus esperanzas de salvación económica en China, y China no defraudó; 4) El auge de China, que lleva más de dos décadas con tasas de crecimiento increíbles y se ha convertido en la segunda economía mundial, con aspiraciones de superar a EEUU. China, con su Iniciativa de la Franja y de la Ruta, se ha puesto al frente de un proyecto ingente de infraestructuras, que recuerda los tiempos en los que el Imperio Ming era el núcleo de buena parte del comercio asiático. A muchos les asusta el ascenso de China, pero también hay quienes lo ven como la reivindicación de Asia.

Los dos representantes más egregios de esta corriente exaltadora de lo asiático y denigradora de lo occidental son los ex-diplomáticos singapureños Kishore Mahbubani y Billahari Kausikan. Del primero ya he comentado en este blog sus libros “Has China won?” (la respuesta subliminal o no tan subliminal es “desde luego que sí”) y “Has the West lost it?” (¿alguna sorpresa si digo que la respuesta sugerida es que sí, que Occidente lo ha perdido?). Ahora a este club de pensadores que se regocijan con la decadencia de Occidente ha venido a sumarse Parag Khanna con su libro “El futuro es asiático”.

 

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