Emilio de Miguel Calabia el 12 jun, 2021 Los últimos años de Costafreda fueron sombríos. Ginebra le pesaba. Se había vuelto adicto a los tranquilizantes y tenía depresiones. La lejanía de España y de su mundo poético le asfixiaba. Había empezado a dudar de su poesía y sentía que le costaba un trabajo ímprobo escribir. En palabras de Carlos Barral: “El mayor padecimiento de Alfonso [Costafreda] era la esterilidad poética, la necesidad imperiosa de escribir, de estar escribiendo versos y de no dar con sus circunstancias […] la imposibilidad de comunicar esa obra hecha y a medio hacer, de comunicarse él mismo en el fondo con esos pocos amigos…”. “El Verbo pudo ser y no será. Sin tiempo los proyectos y la obra mal hecha, la Muerte llegará.” Para mí, estos versos son un reconocimiento de fracaso como poeta, de no haber sido capaz de hacer la obra que quería y de no tener ya tiempo para hacerla. Y lo peor es que acaso tampoco hubiera importado si los versos hubieran sido buenos, porque a la vida le resulta indiferente la poesía: “…Ligeros o cargados de un peso insoportable poco habrán de importar nuestras palabras, sólo la vida misma sigue su curso imperturbable.” Su matrimonio con Maj-Britt se rompe en 1964. Se amanceba con Margaretta Staff, con quien tuvo a su única hija. Esta relación también se rompe. Poco antes de morir se casa con Julia Wright, pero es posible que para entonces ya dudase de que el amor sea una tabla de salvación. Un poema muy tierno que le escribe, comienza diciendo: “Julia Wright es su nombre y ha entrado en mi poesía lentamente, casi de puntillas vino y ahora es la existencia más constante del despertar y el sueño…” Sin embargo, más adelante, otro poema que lleva por título “La desgana” describe la apatía de alguien a quien ya nada ni nadie colma: “Amiga, en ti pensara con la obsesión a veces, otras con la desgana, de quien mal colmado de amor ya no se nutre de nada ni de nadie y a sí mismo se entierra, objeto y fin de su propia pasión.” En 1972 se suicidó su amigo, el poeta Gabriel Ferrater, que ya había anunciado que se suicidaría cuando cumpliera el medio siglo. Su muerte afectó mucho a Costafreda, que comenzó a considerar el suicidio como un acto de libertad para salir de una vida grotesca. “NO HAY OTRA FORMA DE VIVIR Para alcanzar la libertad no dudes en desprenderte de todo, de todos. Vida que se supiera al borde del abismo. Todo lo perderás, y aunque te pierdas a ti mismo, náufrago serás y luz del día.” Resulta significativo que su libro póstumo “Suicidios y otras muertes” contenga poemas dedicados a otros poetas que se suicidaron: Hart Crane, Sylvia Plath, Paul Celan, Gabriel Ferrater, a quien dedica el poema “G.F.”, que no transcribo porque lo encuentro de poca calidad. En cambio hay otro poema titulado “El poeta desaparecido” que tal vez también se refiera a Ferrater y que es excelente: “Dijiste, qué inútil vocación la nuestra [se refiere a la vocación de poeta; siguen unos versos encomiando la vida idílica del poeta, según la puede imaginar un joven que empieza] (…) Tanta lucidez, tanta pureza, a nadie conociera; su oficio sin embargo fuera sorda maledicción, del hombre, de los dioses o de nadie, el cuerpo exigente clamaba y reclamaba. Consciente y solitario dejaste al fin este absurdo destino.” Quizás el poema del libro que mejor resuma lo que significaba el suicidio para Costafreda sea “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”: “Fuera el primero o el segundo fuera a descubrir, saber o decidir que hacía falta humildad y valor no orgullo o cobardía. Fue el último, penúltimo o quien fuera en desdeñar artes y sortilegios cuando la carne falta y Ella. Fueron pretextos en realidad, la libertad, la tentación vencieron el terror y el instinto.” El 4 de abril de 1974 se suicidó Costafreda en Ginebra. Uno de los comentarios más bonitos sobre su muerte fue irónicamente el de Jaime Gil de Biedma, el mismo que le había vedado la entrada en “Veinte años de poesía española”: “… lo único que importa es concluir manifestando mi admiración y mi respeto por Alfonso Costafreda, que apostó toda su vida a una sola carta: ser poeta. Y que cuando descubrió, como a todos nos ha ocurrido, que nunca sería el poeta grande que había soñado, no quiso ser, ni aparentar, ninguna otra cosa.” Literatura Tags Alfonso CostafredaCarlos BarralGabriel FerraterJaime Gil de BiedmaPoesia espanola siglo XXSuicidio Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 12 jun, 2021