Ya llevaba tres horas en la cola. Cuando estaba a punto de entrar al Mercal del gobierno en Barquisimeto, estado Lara, Blanca Gutiérrez se sorprendió cuando le marcaron el brazo con el número 416 para comprar algunos alimentos racionados.
No pudo negarse a ser marcada después de haber perdido tanto tiempo bajo el sol con un calor de casi 40 grados. A fin de cuentas se iba a ahorrar como diez bolívares (1, 3 dólar) por cada paquete de un kilo de harina de maíz precocida, que en la calle los buhoneros la revendían hasta por 25 bolívares.
La cajera del abasto público le comentó que el marcaje de los clientes era para evitar que la misma persona repitiera dos y tres veces la compra de dos paquetes de harina por día. El mecanismo, sin embargo, no era tan efectivo por cuanto los buhoneros revenden los productos escasos dos y tres veces más caros en la calle.
La semana pasada Blanca también había hecho una larga cola para comprar pollo. Y cuando llega al punto de venta tuvo que pelearse y agarrarse de los pelos con otra clienta porque le arrebató el último pollo que quedaba.
Tal vez ahora tenga que hacer la misma cola del ave pero con un 20 % de incremento, según lo anunció el gobierno, un aumento de precio que incluye la carne de bovino y productos lácteos como el queso.
Este racionamiento a la venezolana es humillante. Nunca antes se había visto que marcaran a la gente como al ganado. No hay tarjetas de racionamiento pero hay que hacer largas colas para conseguir alimentos, productos de higiene, detergentes y medicinas.
El desabastecimiento y la escasez es mucho más crítico en el interior que en Caracas donde las cadenas de supermercados colocan listas con la cantidad de productos por persona permitidos y otros vocean por altavoces recordando que son dos o cuatro productos por persona.
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