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Blogs El bochinche venezolano por Ludmila Vinogradoff

Corre que se acaban los alimentos¡¡¡

Ludmila Vinogradoff el
Supermercado vacio

Es la hora del almuerzo y no hay nada para comer.  A esa hora María Gómez estaba nerviosa mirando  el reloj a cada rato en la larga cola del supermercado Central Madeirense  de  Chacaíto, centro neurálgico de Caracas, para pagar los 5 kilos de azúcar que le correspondía por persona.

A su lado estaba su sobrina Luisa con una cantidad igual de azúcar en la cesta de mano y una sonrisa triunfal en los labios. Con su figura sexi había conseguido que el empleado del supermercado le diera doble ración del producto porque la caja registradora estaba programada para facturar sólo 5 paquetes por comprador.

-¿Tiene acaso una confitería o una dulcería para necesitar 10 kilos de azúcar? -le pregunta ABC.es.

-Yo vengo de muy lejos. Me ha costado mucho conseguir azúcar. Además compro la ración completa porque se va a acabar y yo la necesito. Hago tortas y dulces. De eso vivimos -cuenta María mirando de un lado a otro como si cometiera algún pecado imperdonable.

A pesar de que sus 3 hijos se habían quedado sin comer el almuerzo, María se daba por satisfecha de haber conseguido azúcar, un producto como la leche, la mantequilla, el café, el espagueti, el aceite, la servilleta, el papel higiénico, las caraotas (frijoles negros) y la harina de maíz, escasean en la mesa de los venezolanos desde hace meses pero que a veces desaparecen del todo.

María vive en Guatire, una ciudad dormitorio de medio millón de habitantes, situada a 35 kilómetros al este de Caracas. “Los supermercados de mi zona no tienen los productos de primera necesidad como los de Caracas.”. Ella como la mayoría de las amas de casa debe recorrer kilómetros para conseguir un alimento de primera necesidad. Toda una odisea.

La compra de alimentos básicos que escasean se ha convertido en una búsqueda competitiva casi olímpica. Cuando algún supermercado saca algún producto escaso,  éste como por obra de magia desaparece de los anaqueles por el nerviosismo de los consumidores. El consumo ha caído 3,2 % y la economía se hunde un 5 % del PIB en el último trimestre del año.

Entre los venezolanos el rumor circula por los teléfonos móviles. “El corre, ve y dile” funciona como si fuese “la bulla” del hallazgo de una mina de oro en la selva, que en épocas remotas era el “tam, tam” de los tambores.

Para María la noticia de que había azúcar en Chacaíto le vino por el teléfono móvil. Su marido Humberto era conductor de los camiones que transportaban alimentos desde Colombia, pero desde julio del año pasado cuando el presidente Hugo Chávez congeló las relaciones comerciales, perdió el trabajo y ella tuvo que asumir la carga de la familia completa.

Pero además tiene razón en hacer cola y guardar alimentos como las ardillas porque el gobierno anuncia que va a incrementar los precios de los alimentos regulados entre un 11 y 47 %, después de la devaluación del bolívar decretada en enero pasado.

Los venezolanos tal vez no han vivido en carne propia la escasez y el racionamiento de alimentos como lo han sufrido en Cuba, China y  la Unión Soviética según lo describe Hedrick Smith en su laureado libro “Los Rusos”.  Sin querer  van por ese camino de la “revolución bonita” que anuncia  el comandante en jefe tras once años de prometer la misma cosa.

Ya se han acostumbrado a las colas para comprar alimentos. Cuando alguien les pregunta “?Cuál es el animal que tiene la cola más larga del mundo?” todos responden que es el pollo de “Mercal” (mercado oficial) porque cuando aparece el producto entonces se hace una fila de gente tan larga que a veces le da vuelta a dos manzanas completas.

Basta ver una cola en la calle para preguntar:  ¿qué están vendiendo?, y apuntarse si se tiene paciencia para esperar dos horas bajo un sol inclemente por el alimento importado tal vez de Brasil o Argentina.

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