Ludmila Vinogradoff el 24 ago, 2014 La escasez de alimentos y medicinas se agudiza en Venezuela sin hablar de la falta de repuestos automotores, tecnológicos, electrónicos, electrodomésticos, textil, plásticos, químicos y pare de contar. Este es el país del “no hay”. Es la respuesta que dan en las tiendas o en cualquier comercio medio vacío que no termina de cerrar esperando algún milagro o que la situación mejore. Pero la crisis se profundiza. Y el gobierno no termina de anunciar las medidas económicas. Ningún venezolano sabe si ya llegaron al fondo del precipicio o están en el umbral del abismo. ¿Cuándo tocarán fondo?. Nadie lo sabe. Lo que sí es cierto es que las penurias son insoportables y lo peor es que aumenta la violencia y la conflictividad social. Los enfermos se mueren de mengua porque no consiguen los medicamentos para curarse. Pero los que no han llegado a ese extremo se les hace cada día más difícil conseguir los productos básicos de la cesta alimentaria. Pasan hasta seis meses sin aparecer en el mercado el aceite, la leche líquida y en polvo, la harina de trigo y de maíz y cuando anuncian que apareció tal producto entonces la gente desesperada se mata por conseguir esos productos. Es el tic-tac de la hambruna que juega con el estómago de los necesitados. Los venezolanos están al borde de una hambruna. El desabastecimiento de los productos básicos regulados, principalmente de la leche, aceite, carne de res, harina de maíz y papel higiénico, es del 90% según el gremio de supermercados y comerciantes, y lo único que ofrece el presidente Nicolás Maduro es colocar una maquinita digital de “capta huellas” en los supermercados para controlar el contrabando. En realidad el “sistema biométrico” de Maduro es el racionamiento de los productos en la versión electrónica de la tarjeta o cartilla cubana. Pero además es la forma de controlar a la población acerca de lo que consume y dónde, y un foco de corrupción según los políticos. Es un mecanismo peligroso de control social porque las “capta huellas” se utilizan también para verificar la identidad de los electores en las mesas de votación. Muchos en las redes sociales han sugerido en son de broma que la mejor manera de protestar el racionamiento es aplicando la desobediencia civil como la de rechazar la maquinita o romper el “capta huellas” del supermercado. Pero mientras se instala el racionamiento digital, previsto para finales de año, los consumidores no esperan para conseguir un pote de leche o un paquete de pañales. Para comprar los pañales desechables racionados las tiendas públicas piden partida de nacimiento del bebé y el carnet de identidad de la madre. Militares marcan número para comprar la leche Los consumidores son capaces de todo y olvidarse de la humillación cuando el hambre aprieta: agarrarse de las greñas, pelearse en las colas, madrugar a las 4 para estar entre los primeros de la fila, dejarse marcar el número en el brazo como si fuera ganado o revender el puesto para los que no quieren perder 4 ó 6 horas en la cola esperando bajo un sol inclemente. Las historias que se cuentan en las colas llenarían kilómetros de papel y tinta de la penuria de los venezolanos. La violencia también ha aumentado con la escasez especialmente en el interior de Venezuela. Un supermercado de la cadena colombiana Líder fue saqueado, el hipermercado Makro de La Yaguara en Caracas fue escenario de golpes y disturbios por dos potes de leche, la cadena Central Madeirense de Puerto La Cruz en Anzoátegui dejó varios heridos por la leche y aceite. Y en la calle la gente disimula sus compras de alimentos con bolsas negras para no ser asaltados porque a más de una le han robado el mercado a punta de pistola. economiapolíticaSociedad Tags alimentoscolasescasez en Venezuelahambrunamedicinasnicolás maduroracionamiento Comentarios Ludmila Vinogradoff el 24 ago, 2014