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Blogs Barrio de las letras por Pedro Víllora

Judy Garland y Ozkar Galán

Judy Garland y Ozkar Galán
Pedro Víllora el

Si solo pudiese recomendar un espectáculo de los que ahora mismo se representan en Madrid, sin duda sería Judy, autopsia del Arco Iris de Ozkar Galán, que acaba de estrenarse en la sala El Umbral de Primavera (C/Primavera 11). La conmovedora interpretación de José Luis Mosquera, la precisa dirección de Manu Berástegui y, en especial, la descarnada, brutal, sensible y emocionante escritura de Galán, lo merecen.

Judy, autopsia del Arco Iris” es un título que remite a otros del autor, como la muy valorada Edith Piaf, taxidermia de un gorrión que llevó a su protagonista, Garbiñe Insausti, a rozar la suerte de los premios Max. Recientemente ha publicado Imanol (Exhumación, juicio y ajusticiamiento a Imanol), sobre el cantante vasco que sufrió el repudio de su entorno conforme se alejaba de la ideología etarra. La Piaf de Galán no tiene semejante dimensión política, pero es curioso que el autor haya sabido explorar una perspectiva de Judy Garland donde lo ideológico, lo identitario y la denuncia social (la violencia del mundo contemporáneo, en definitiva) cohabitan con la creación de fantasías y delirios cinematográficos que permitían la evasión en tiempos de crisis.

Toda esta obra se articula en torno a Judy Garland pero ella apenas aparece. Sí lo hacen, en cambio, multitud de personajes que la rodeaban: una asistenta, su madre, el médico que abastecía de pastillas y drogas a las estrellas infantiles de Hollywood, el productor Louis B. Mayer; el gran director y esposo suyo, Vincente Minnelli… Hasta ahí podría parecer que el autor nos quiere dar perspectivas sobre el personaje en una suerte de búsqueda de una verdad íntima a través de la relación de puntos de vista ajenos, como si de un Ciudadano Kane se tratase. Pero Galán no es un autor de biografías sino que usa lo biográfico para reflejar mundos, como lo demostró al escribir esa Trilogía de mis ilustres muertos conformada por Artaud, rien de rien, Unamuno, ad altior natus sum y Wilde, being Earnest, en las que planteaba las dificultades de ser íntegro en medio de entornos salvajes.

Algo así ocurre aquí cuando Galán recurre a los personajes de El mago de Oz para que también ellos intervengan, asociándose con personas reales de la vida de una niña explotada laboralmente por un sistema que la priva de infancia e inocencia a cambio de convertirla en símbolo para varias generaciones de desclasados. Es ahí donde la obra crece hasta mostrarse como el artefacto demoledor que es, pues se da voz a los admiradores y al proceso de transformación sexual de uno de ellos: la célebre Marsha P. Johnson que iniciará las revueltas de Stonewall que marcan el inicio de la liberación homosexual, y que tuvieron lugar tras el funeral de Judy Garland.

 

Este asombroso viaje dramatúrgico, que va de la familia disfuncional a la familia elegida, es evidentemente dramático pero a la vez muy divertido. Se nutre del sentido trágico de la risa, ahonda en el sarcasmo y evita condescendencias; aunque también es cierto que es tanto más efectivo cuanto más se aleja de la inmediatez (un par de referencias a un partido político y a la justicia “en este país” son concesiones más que prescindibles). Esa mezcla de sensaciones se consigue no solo porque esté en el texto sino porque hay un actor que es un verdadero creador. José Luis Mosquera interpreta una quincena de personajes en otras tantas situaciones diferentes y consigue ser convincente en todos, cambiando de registro con tanta rapidez y sencillez como seguridad. Es, además, contenido y ajustado en momentos en los que habría sido fácil exagerar, lo que posiblemente se deba en parte a la evidente complicidad con un director, Manu Berastegui, que ha sabido contar mucho con muy pocos pero determinantes elementos.

Judy, autopsia del Arco Iris estará solo un mes en Madrid porque Mosquera viajará a Barcelona a retomar su exitoso trabajo en La jaula de las locas. Ojalá allí pueda aprovechar sus días libres para mostrar este otro espectáculo más pequeño pero al mismo tiempo muy grande y también muy real. No en vano esta es una obra que habla de lo difícil de ser uno mismo, de cómo la violencia nos forma y nos transforma, y de que acaso los sueños sean tan falsos como las pesadillas, pero estas duran más.

 @Pedro_Villora

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