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Blogs Barrio de las letras por Pedro Víllora

Del amor conyugal

Del amor conyugal
Pedro Víllora el

Lope de Vega, que tanto sabía de estas cosas, escribió miles de versos sobre el amor loco, el amor sin freno, ese que te lleva a “olvidar el provecho, amar el daño”. Un amor que es tentación constante y mal dirigida, abismo de riesgos e inquietudes no por placenteras menos peligrosas. Cuando pregunte “¿Quién mata con más rigor?” responderá “Amor”. Al insistir “¿Quién es contrario a mi amor?” dirá “Temor”. Y al plantearse “¿Qué es lo que el amor me ha dado?” concluirá: “Cuidado”.

Pero, como aquel guerrero que necesita reposar tras la batalla, también nos recuerda la calma que viene tras la porfía, el sosiego, el descanso. Y algunas pocas veces nos describe las virtudes y delicias del amor conyugal. Así nos dice en “La mocedad de Roldán”:

Gozarse dos en dulce casamiento,
seguro lecho de amistad durable,
ser propio el mal, y el bien comunicable,
beberse el alma con un mismo aliento;
partir con los trabajos el sustento,
hacer el trato lo insufrible amable,
no ser la voluntad interesable,
ni esconderse a la vista el pensamiento…

Cuando se es un joven alocado e impetuoso no se alcanza a ver la maravillosa serenidad del primer verso: “Gozarse dos en dulce casamiento”. Nada de exaltaciones ni dramas, nada de excesos. El gozo es una alegría espiritual, un equilibrio del ánimo que conduce a la perfección, en este caso acompañada.

“Seguro lecho de amistad durable” es la confianza que se recoge en la intimidad y se extiende en el tiempo. “Ser propio el mal” invita a eliminar de la convivencia los incordios innecesarios y a no cargar sobre la pareja las frustraciones y desencuentros. Lejos de eso nos añade: “Y el bien comunicable”. “Ser propio el mal y el bien comunicable”. Hacer partícipe al otro de las dichas no es ocultar los contratiempos, sino no recrearse en ellos, no vivir en la queja continua y más bien procurar que destaque todo aquello que pueda servir de mutua felicidad.

“Beberse el alma con un mismo aliento” es a la vez místico y sensual. Son los cuerpos que se conectan y las almas que se funden. Es la absorción del otro que se confunde con uno mismo y el uno que se deshace para integrarse en un dos que es superior, más completo y por tanto mejor.

“Partir con los trabajos el sustento” nos habla de la realidad que habita tras los sueños, de la cotidianidad que ignora quien solo cree en el ideal vacuo. Más allá de la imaginación y las ilusiones está la convivencia, las necesidades que se intentan cubrir pero también el descubrimiento de las personalidades que quedan ocultas tras la imagen espléndida que construimos en el noviazgo. Es el momento de conocer verdaderamente al otro como es y no asustarse sino aceptarlo y quererlo aún más porque aquello que creemos nuestro defecto puede acaso convertirse en nuestra virtud. A eso conduce, precisamente, el verso siguiente: “Hacer el trato lo insufrible amable”. ¿Qué sentido tienen los reproches, las invectivas, los resquemores? ¿Cómo no aprovechar para potenciar la amabilidad, el interés por el otro, la suavidad, la concordia? ¿Para qué traer al hogar la ira del exterior y descargarla sobre quien menos lo merece, en vez de disfrutar aquí de la caricia que nutre y cauteriza las heridas del mundo?

“No ser la voluntad interesable”, no estar con alguien para solucionar necesidades propias sino para dar sin pedir nada a cambio. Dejar que sea la generosidad quien nos guíe y al mismo tiempo nos mejore. Complacerse en ofrecer y procurar, y tener también la grandeza de acoger aquello que se nos brinda, celebrar lo que el otro ha pensado para nosotros. Generosos al dar, generosos al recibir.

Finalmente, “Ni esconderse a la vista el pensamiento”. Pues no hay modo de que el otro nos conozca si ocultamos qué queremos o cómo somos. Si quitamos de en medio algo nuestro será porque nos avergonzamos de ello, pero esconder no es eliminar y podría crecer en su agobio hasta estallar. No camuflarnos, no pretender que se es de otra manera, no mentir. El amor conyugal no acepta connivencias con el mal.

El compromiso conyugal no es veleidoso, caprichoso ni pasajero, sino que aspira a ser continuo, progresivo y generador. Amar, como dijo Platón, es querer engendrar en el otro razonamientos. Amar no es exactamente quererse, o no solo quererse, sino encontrarse y comunicarse. Amar es una locura que conduce a la calma. Amar es hacer de cada día una delicada, bellísima e irrepetible obra de arte.

@Pedro_Villora

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