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Blogs De bacterias y batallas por Gonzalo López Sánchez

¡Eureka! ¿Por qué resolvemos complicados problemas de repente?

¡Eureka! ¿Por qué resolvemos complicados problemas de repente?
Gonzalo López Sánchez el

Cuenta la historia que el gran Arquímedes estaba en su bañera devanándose los sesos cuando de repente su mirada se iluminó y saltó del agua gritando «¡Eureka!», que en griego significa «¡Lo he descubierto!». Acababa de encontrar un modo de medir el volumen de cuerpos irregulares con tan solo sumergirlos en el agua, lo que era muy útil para calcular su densidad. El historiador romano Vitruvio contó que, gracias a esto, el tirano Hierón II, de Siracusa, pudo averiguar si su corona estaba hecha de oro puro o si estaba adulterada con plata. Según la versión de Vitruvio, parece que el sabio griego tuvo una revelación repentina que le llevó a crear el que luego se conocería como principio de Arquímedes.

¿Fue el hallazgo de Arquímedes fruto de su esfuerzo? ¿O fue el resultado de una visión repentina, una epifanía en toda regla? Varios estudios han tratado de averiguar cuál es la naturaleza de estos «momentos eureka». Hasta ahora se sabe que suelen ir acompañados de una palmada o de una exclamación, normalmente un “¡Ah!”, y que suelen producir una considerable sensación de satisfacción. Cuando ocurren, encontramos de repente la solución a un problema o bien comprendemos algo que se nos había escapado hasta ese momento. “¡Ah! Por fin lo entiendo”, podemos decir.

Arquímedes de Siracusa

En 1920 el psicólogo alemán Wolfgang Kohler llegó a considerar este momento eureka como el resultado de un tipo de aprendizaje completamente desconocido. Después de observar el comportamiento de un grupo de chimpancés, sugirió que este efecto eureka no era resultado de  la experiencia ni de la observación directa. En lugar de eso, propuso que estaba ocurriendo un fenómeno cognitivo en el que una persona (o un primate, en general) visualiza un problema y su solución, de forma interna. Lo curioso es que esto ocurre antes de que la persona sea consciente de ello, y de que pueda responder al desafío. Años después, algunos psicólogos han sugerido que este aprendizaje interno está muy relacionado con la creatividad, y con esa capacidad de pensar en los problemas por uno mismo sin dejarse llevar por los que otros han hecho. En inglés, se suele llamar a esto como “to think outside the box”.

Aún quedan muchas preguntas por responder. ¿Por qué ocurre este efecto eureka? ¿Se puede entrenar? ¿Hay personas mejor preparadas que otras? Ian Krajbich y James Wei Chen, investigadores en el departamento de Economía de la Universidad del Estado de Ohio, aún no las han respondido, pero trabajan en ello. Actualmente estudian este fenómeno y tratan de relacionar la psicología y esta forma de aprendizaje con la economía. En un artículo que se publicó este martes en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, han averiguado que antes de que se produzca una de estas revelaciones y una persona tome una decisión, sus ojos anuncian que se va a producir una epifanía.

Los investigadores usaron un dispositivo para seguir el movimiento de los ojos de 59 voluntarios que se encontraban ante un problema de difícil solución. En concreto, les enfrentaron a un juego de estrategia con complicadas reglas en el que básicamente debían escoger el número más bajo de una colección de 11 números para ganar, aunque esto no resultaba evidente al principio. El 42 por ciento de ellos tuvo una revelación, y averiguó repentinamente que debían escoger el cero. Lo curioso es que antes de que ellos mismos se dieran cuenta, sus ojos tendían a apuntar a este número de forma automática.

Pudimos ver a los participantes averiguando la solución a través del movimiento de sus ojos, a medida que consideraban sus opciones”, explicó Ian Krajbich. “De hecho, pudimos predecir cuando estaban a punto de tener una epifanía, incluso antes de que ellos supieran que iba a ocurrir”.

El repentino momento eureka

No todos dieron con la solución correcta. Pero aquellos que sí, tuvieron, en efecto, un momento eureka: “Hay un cambio repentino en su comportamiento. Están escogiendo entre varios números y de repente comienzan a elegir el cero”, explicó Krajbich.

Antes de ese momento de aprendizaje, sus ojos les delataron. Comenzaron a mirar los números más bajos, y a deslizarse sobre el cero cada vez con mayor frecuencia. Además, aquellos que iban a tener una revelación se fijaron menos en las opciones escogidas por sus oponentes en el juego de estrategia.

Y entonces, saltó una chispa. Las pupilas de los participantes se dilataron, lo que es una pista de que están prestando atención y aprendiendo, según dijo Krajbich. Al cabo de un rato, se produjo la epifanía: descubrieron que tenían que escoger el número cero. Sin embargo, aquellos que no llegaron a esta afortunada conclusión, no tuvieron esta reacción y sus pupilas no se dilataron.

¿Qué se puede aprender de esta investigación? Según Krajbich, “que es mejor pensar en la solución de un problema que sencillamente seguir a otros“. De hecho, aquellos que se fijaron más en su oponente, tendieron a sacar una conclusión errónea. Parece claro que Arquímedes no solo se bañaba solo sino que pensaba de forma distinta a los que le rodeaban.

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