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Blogs De bacterias y batallas por Gonzalo López Sánchez

¿Por qué es importante haber detectado agua en el exoplaneta K2-18b?

Esta supertierra se ha convertido en el único mundo conocido fuera del sistema solar que tiene agua y temperaturas adecuadas para albergar vida

¿Por qué es importante haber detectado agua en el exoplaneta K2-18b?
Representación de la supertierra K2-18b, a 110 años luz de la Tierra (ESA/Hubble, M. Kornmesser)
Gonzalo López Sánchez el

Ayer, se anunció la primera detección de vapor de agua en la atmósfera de un mundo rocoso potencialmente habitable (es decir, que podría tener agua líquida en superficie). «Ahora mismo, es el único planeta fuera del sistema solar que tiene la temperatura adecuada para soportar agua líquida, que tiene atmósfera y que, efectivamente, tiene vapor de agua», explicó Angelos Tsiaras, primer autor del estudio e investigador en el University College de Londres (Reino Unido).

Se trata de K2-18b, una supertierra ocho veces más masiva que nuestro planeta situada a 110 años luz, en la constelación de Leo, y que se ha convertido en el exoplaneta más prometedor en la búsqueda de planetas habitables, según los autores del estudio. El hallazgo, que ocupó la cabecera de un buen número de medios digitales, es muy relevante por varios motivos.

1) En primer lugar, porque es un hito técnico. La tecnología actual permite observar la atmósfera de planetas gaseosos muy grandes (como Júpiter o Neptuno) que están muy cerca de sus estrellas, pero no la de planetas rocosos, que son mucho más pequeños (cuanto más pequeño es un planeta, más sensible ha de ser el instrumento que mida el espectro de su luz para analizar la atmósfera). Sin embargo, con instrumentos lanzados hace décadas y telescopios adaptados, ya se está consiguiendo analizar las primeras atmósferas de supertierras, los mundos rocosos más grandes. Con el tiempo y nuevos instrumentos, se podrá analizar la atmósfera de mundos rocosos más pequeños, hasta llegar a planetas comparables a la Tierra, lo que es el objetivo prioritario.

A pesar de todo, ya se han hecho análisis de atmósferas de un puñado de supertierras, aunque no se había detectado ninguna molécula hasta ahora. Ayer, dos equipos de investigadores mostraron que ha sido posible “hackear” el telescopio espacial Hubble, lanzado en 1996, para poder hacer esa detección de agua. El trabajo ha requerido diseñar un software a medida y trazar diversos modelos matemáticos. En la próxima década, y gracias a los observatorios gigantes terrestres (como el “Thirty Meter Telescope” o el “Extremely large Telescope”) así como el telescopio espacial James Webb, se podrá analizar la atmósfera de mundos rocosos comparables a la Tierra (en torno a estrellas rojas, no en torno a estrellas tipo sol) y detectar no solo agua sino también otras moléculas.

2) Además del aspecto tecnológico, el hallazgo de ayer tiene implicaciones científicas muy importantes. El agua es una molécula extremadamente abundante en el Universo, presente incluso en las estrellas, y es uno de los pilares de la vida en la Tierra, por lo que detectarla es un primer paso para estudiar el potencial de un mundo para albergar vida. Además de esta molécula, se considera que hay otras que podrían ser indicadoras de la presencia de vida, como el oxígeno o el metano, pero lo cierto es que solo tenemos a la Tierra como ejemplo, por lo que todo está por estudiar.

Hay que recordar que tan solo hace medio siglo que se ha comenzado a descubrir exoplanetas. Los astrónomos apenas acaban de empezar a entender sus atmósferas, lo que es crucial para saber cómo son las condiciones de su superficie y cómo son sus historias. Para hacerse una idea de lo importante que es esto, resulta que en el sistema solar hay tres planetas en la zona de habitabilidad del Sol: Venus, Tierra y Marte. Uno es un infierno a presión, otro un oasis para la vida y otro un desierto frío y reseco. El factor clave que marca sus diferencias es su atmósfera, que a su vez es fruto de sus historias y evoluciones geológicas. Por eso queremos saber qué ocurre más allá, y en muchos planetas a la vez, para entender cómo funcionan las cosas.

Otra representación de K2-18b (Alex Boersma)

3) Aunque no podamos mandar hoy una nave a estos planetas, queremos saber cómo son para entender el Universo en que vivimos, lo que es uno de los cometidos fundamentales de la ciencia. Además, los exoplanetas pueden albergar vida e incluso civilizaciones. Probablemente no haya ningún descubrimiento más revolucionario que el de descubrir seres vivos extraterrestres. Además, en el futuro podríamos tener un mapa estelar de mundos que potencialmente podríamos visitar o colonizar, o sencillamente que investigar.

Sin embargo, el hallazgo de ayer no es relevante en cuanto a que K2-18b no es un buen candidato a albergar vida. Fundamentalmente, es un mundo enorme, con ocho masas terrestres, y un radio dos veces superior al de nuestro planeta. Los datos que ahora existen no permiten deducir si este mundo está cubierto de océanos o si es en realidad un núcleo rocoso cubierto por una extensa envuelta gaseosa.

La habitabilidad de este planeta depende de la todavía desconocida composición de su núcleo“, ha dicho en Popular Mechanics Abel Méndez, director del laboratorio de habitabilidad planetaria de la Universidad de Puerto Rico-Arecibo. “Podría ser un núcleo rocoso con una atmósfera súper densa, por tanto no habitable –con esas presiones atmósfericas el agua estaría en estado sólido– o un mundo oceánico marginalmente habitable. La presencia de agua en su atmósfera es compatible con ambos escenarios”.

Según explicó a ABC Enric Pallé, experto en atmósferas de exoplanetas del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), K2-18b está muy cerca del límite superior a partir del cual se comienza a considerar un exoplaneta no como una tierra gigantesca, una supertierra, sino como un pequeño planeta gaseoso, un minineptuno. «Podría tener una envuelta gaseosa muy importante. Yo no le consideraría como un candidato a exoplaneta habitable, aunque es solo mi opinión y depende de las propiedades físicas que realmente tenga».

Aparte de eso, K2-18b orbita una estrella enana roja. Estas se caracterizan por emitir grandes cantidades de radiación ultravioleta y por experimentar violentas llamaradas solares que arrasan a sus planetas. Además, está muy cerca de su estrella (solo tarda 33 días terrestres en completar una vuelta), lo que favorecería que sufriese los efectos de la radiación. Por último, es posible que el tirón gravitacional de su estrella le haga mostrar siempre la misma cara ante ella, lo que dificulta (aunque no impide) que pueda redistribuir el calor por su superficie y tener temperaturas más templadas. Si no lo hiciera, podría tener una cara arrasada y otra congelada.

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