Daniel Tercero el 12 oct, 2020 Uno de los grandes derrotados del procés es Oriol Junqueras. El aún líder de ERC perdió (siempre) contra Carles Puigdemont, con el que a su vez formó un tándem malavenido y vencido por el Estado de Derecho, llámese Constitución de 1978 o España de 2017 (que son lo mismo). Lloriqueaba por los estudios de radio mientras se conjuraba contra el presidente de la Generalitat de Cataluña. Su ERC perdió el 21-D contra JpC y Cs -las encuestas les daban una clara victoria- y Puigdemont lo destrozó, en un cara a cara personal, en las elecciones al Parlamento Europeo de 2019. Pero ahí sigue. Sin oposición interna. Prometiendo el oro y el moro. Sin renunciar a la unilateralidad (es decir, la ilegalidad), ni tampoco a exigir al Estado que se rinda (es decir, el chantaje del nacionalismo clásico). Un charlatán, sin más, instalado en el insulto, como los catalanes pudieron comprobar durante su última entrevista en TV3, el pasado 19 de julio. Protagonista de un discurso hueco y populista acorde con los tiempos. Como respuesta a esta derrota, ERC ha puesto en marcha, por orden de Junqueras, la política de lo que llaman “ensanchar la base” del independentismo. No es más que ganar tiempo para una nueva intentona para saltarse la ley y, esta vez, ganar, mientras se lucha contra JpC por la hegemonía del nacionalismo catalán, que, salvo sorpresas, supone controlar la presidencia de la Generalitat. Dicho de otra manera, llevar lo que funcionó en Sant Vicenç dels Horts a toda Cataluña. Una forma como otra cualquiera de fagocitar al PSC y los comunes. Y, pese a lo que pudiera parecer, esta política vacía que se basa en puro humo, en el populismo raso, está dando sus frutos. Al menos, unos frutos demoscópicos, que por algo se empieza. Hace unos días, el Centro de Estudios de Opinión (CEO) publicó una encuesta de valoración sobre el gobierno catalán y las políticas públicas. Pocas novedades, salvo que los catalanes consideran, a diferencia de 2019, que la Generalitat debería “gestionar los servicios públicos que son su competencia” (56,6 por ciento frente al 36,8 por ciento de hace un año) antes que “mirar de resolver el problema político entre Cataluña y España” (39,9 por ciento frente al 56). A la hora de escudriñar este dato (y mirando a otro lado en cuanto al sesgo del propio CEO), según el recuerdo de voto al Parlamento de Cataluña, los votantes de ERC son los que más se acercan al resultado global: 55,9 por ciento y 40,8 por ciento. Es decir, la mayoría de los votantes de ERC priorizan la gestión de los “servicios públicos” autonómicos antes de ponerse a “resolver” un “problema” que su partido, es decir, sus líderes, acrecentaron en los últimos años. Oigan, pónganse a trabajar en los asuntos que nos afectan y preocupan y déjense de chuminadas que no interesan a nadie, vienen a decirles, más que menos, los simpatizantes de ERC a sus líderes. A este giro -al fin y al cabo, ideológico en el eje clásico- le acompaña una tendencia que vendría a confirmar cierto éxito del esponjoso “ensanchar la base” del partido de Junqueras. En la misma encuesta del CEO también se pregunta por el sentimiento de identificación. Desde “solo catalán” hasta “solo español”, pasando por tres fases intermedias, como respuestas. Una pregunta lógica en un CEO que tiene entre sus objetivos no confesos modificar y moldear la sociedad catalana, en lugar de explicarla. Pero no nos desviemos y sigamos con ERC… y su españolismo. ¿Cómo? El 18,6 por ciento de los que votaron a Junqueras el 21-D de 2017 se considera “tan español como catalán”, es decir, en términos políticos, ERC tiene un 18,6 por ciento de constitucionalistas. Pero es que el 44,4 por ciento de sus votantes se considera “más catalán que español”, lo que podríamos clasificarlos como catalanistas, que, aunque su tendencia natural sea la de dar el salto al nacionalismo o independentismo, todavía no lo han dado. Un camino de no retorno (“solo catalán”) al que sí se agarra el 35,6 por ciento del votante de ERC. Estas cifras, que no encuentran parangón ni en la CUP ni en JpC (adiós, adiós, al catalanismo de derechas), sostendrían que la estrategia de Junqueras empieza a dar sus frutos. Catalanes que se sienten españoles, en diferentes grados, estarían votando a un partido que tiene como principal objetivo dejar de ser españoles. Loco y kafkiano, pero real. Este 18,6 por ciento constitucionalista confirma una tendencia. Según el CEO, se disparó después de marzo de 2019 (7,9 por ciento) y está en máximos desde julio de ese año (15,8 por ciento) con un pico tope en febrero de 2020 (19 por ciento). Una senda que en paralelo señala que desciende el número de votantes de ERC que se considera “más catalán que español”. Lejos quedan los porcentajes que superaban el 60 por ciento entre octubre de 2012 y junio de 2016. Está por ver si la cita electoral regional de febrero del año que viene -si finalmente JpC y ERC deciden no presentar un candidato en los dos próximos meses para sustituir al inhabilitado Quim Torra- confirma lo que apunta la encuesta de la Generalitat. ERC pugna contra JpC, pero quiere además hacerse con el pastel del PSC, porque sin este no hay presidencia de la Generalitat. No parece que haya dudas en que volverán a intentar incumplir la ley. Al menos, tienen un plan. Claro que… también tenía un plan el PSC: votos españolistas y líderes catalanistas. Artículos Tags DazibaoERC Comentarios Daniel Tercero el 12 oct, 2020