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Daniel Tercero el
‘La verdad’, de Arcadi Espada

Verdad. Un libro brutal que te golpea en la cara en cada página. También para los que le leen cada semana, que recordarán polémicas y charcos en los que Espada entra y sale airoso como si viviera en ellos y dijera “pasen y vean cómo se lidia con la verdad”. Una dosis espadiana por vía intravenosa. Una obra no apta para mentes calenturientas, vagas o, simplemente, iletradas. Directo. Como dice el bueno de Ferran Caballero en el prólogo de la obra: “Espada no se repite y sus artículos no caducan”. Un resumen a 18 años de profesión. Artículos en El Mundo, notas de su blog y retazos en revistas y un prólogo. No se puede decir que Arcadi Espada haya escrito uno de sus mejores libros, aunque lo sea, porque lo hace cada vez que se enfrenta a la hoja en blanco varias veces por semana. Este barcelonés de 1957 ya tiene su póquer (y esto no le gustará porque el juego lleva consigo la selección). A Diarios (2002 y 2005) -que superan ya los tres lustros-, Raval, del amor a los niños (2000) -un tratado de periodismo-, y Contra Catalunya (1997) -¡del siglo pasado!- se suma ahora La verdad (Península), 2021. Se acerca a los 25 libros. Y aunque en todos ellos se asoma la verdad, solo en esta obra se resume el conjunto de sus obsesiones: “Los hechos no tienen versiones”. Fotografías. Susan Sontag, Manuel Ferrol, Kevin Carter, Javier Bauluz, Robert Capa, la visión de la muerte de Bin Laden, la belleza de la muerte, la ETA de la pancarta, Aylan, los píxeles. Subjetividad. Yasmina Reza, el cambio de paradigma que supone internet (“en la red todo es mentira hasta que no se demuestre lo contrario”), Google, Camarón de la Isla, Hélène Devynck (Emmanuel Carrère, en realidad), el decálogo de las necrológicas. Memoria. Las víctimas, las calles y sus nombres, el Valle de los Caídos, la Shoah, “bien sabemos, querido amigo, hasta qué punto Cataluña es un simulacro”, las estatuas y la cancelación. El Ministerio de la Verdad. El interés público, el daño provocado por las noticias falsas, la guerra de los mundos, Mariano de Cavia y Alfonso Hueste-Medina, ¡el Consejo del Audiovisual de Cataluña!, la libertad de mentir, El Jueves, “mentira secesionista”, “infecto populismo”, todo lo que se dice, las ofensas, “una ficción no puede refutarse”. Veritas liberabit vos. La verdad importa, “todo lo aprendí en los periódicos”. La piel de los otros. Enric Marco, Richard y Mayumi Heene, Samanta Villar, Gay Talese. Sin porqué. Realismo ingenuo / ciencia. Los echadores de cartas, la fe (y, obvio, Christopher Hitchens y Richard Dawkins), “siempre y en cualquier circunstancia el nacionalismo es la fabricación de una extranjería y la consiguiente expresión de una xenofobia”, porque “todo nacionalismo es también una fábrica de mentiras”, el “líquido amniótico digital”. Ficciones. Maguferías lingüísticas, ¿y si Kapuscinski no estuvo allí?, nuestro Garbo, Dominique Strauss-Kahn, Jordi Évole y su fake, el cine y la historia y la mentira, Nevenka, Juan José Millás, Netflix y Ana Pastor. Posverdad. Bullshit, la mentira se transforma en noticia y, por lo tanto, en discutible, la verdad no importa, Risto Mejide, la razón y el confinamiento. Relatos reales. El periodismo no es literatura. ¿O era que la literatura no es periodismo? Y, claro, Francisco Camps (poco) y Javier Cercas (mucho). Así es este libro.

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