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Secesionismo, democracia y Ovejero

Daniel Tercero el

“Desde el punto de vista normativo, si un derecho está justificado, tanto da que lo solicite uno como un millón”; es decir, “la voluntad y el número resultan irrelevantes para fundamentar derechos”

Félix Ovejero lo ha vuelto a hacer. ¿Dónde está el límite de este doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de Barcelona que dedica su tiempo a la enseñanza de la Filosofía Política y Metodología de las Ciencias Sociales? En Secesionismo y democracia (Página indómita, 2021), su último libro, Ovejero pone encima de la mesa el nudo gordiano que supone para una democracia el asunto de la independencia de una parte del territorio. Lo hace de forma teórica, pero sin esconderse de ejemplos cercanos. Afronta el asunto catalán. Lo hace desde la perspectiva justificativa. Es decir, ¿se puede defender la secesión en una democracia consolidada y de primer nivel como la española?

Quien lea los artículos de Ovejero en El Mundo o le siga en sus publicaciones periódicas (Claves de Razón Práctica y Revista de Libros, principalmente), así como en su extensa bibliografía, a la que suma ahora este opúsculo de alta calidad, ya sabrá la respuesta. Pero en Secesionismo y democracia no se da una respuesta sino que se plantea una paradoja o “una incoherencia pragmática” que afecta “al núcleo mismo de los Estados democráticos” y “a las aspiraciones revolucionarias heredadas de la Ilustración”. Ovejero lo hace, además, despojándose de un alambicado lenguaje que es marca de la casa. En ocasiones, bajar al barro tras una intensa tormenta, más que necesario, es un deber moral.

‘Secesionismo y democracia’, de Félix Ovejero

¿De qué paradoja se trata? ¿Qué nos dice Ovejero para que el libro sea una referencia a partir de ahora? A saber: “La universalidad de los principios, de los ideales igualitarios y de justicia, se ve traicionada por las instituciones llamadas a realizarlos, unos Estados que se levantan sobre fronteras inevitablemente arbitrarias, que no responden, ni pueden responder, a justificación normativa y que, sin embargo, condicionan el futuro de las personas, sus derechos, sus recursos y oportunidades”. Porque “toda frontera es una anomalía moral: haber nacido del lado malo, una circunstancia puramente azarosa ajena a méritos o esfuerzos, otorga un desigual acceso a derechos, libertades y bienestar”.

Entonces, ¡abajo las fronteras! No. Paremos, antes de dejarnos llevar. “La paradoja no tiene solución”, advierte el autor. “Las fronteras no pueden ser el resultado de votaciones que, para llevarse a cabo, necesitan del establecimiento previo de fronteras”, recuerda; y añade: “Si no hay razones de principio para rechazar a los extranjeros como conciudadanos, menos puede haberlas para convertir a los conciudadanos en extranjeros”. Pero, ¿cómo llega Ovejero a esta no-solución? En resumen, definiendo lo que es la secesión política y justificándola con cuatro teorías, todas alejadas de los principios democráticos.

Para el autor de tres volúmenes titulados Contra Cromagnon. Nacionalismo, ciudadanía, democracia (Montesinos, 2006, 2015 y 2016), la secesión es “la decisión (y el derecho aparejado) de un conjunto de individuos de crear un nuevo Estado apropiándose de una parte de la población y del territorio de un Estado preexistente. Es decir, en una parte del territorio que era de todos, y que ahora se reserva para sí un conjunto de individuos, este conjunto decide excluir de la condición de ciudadanos a quienes no habitan en tal parte del territorio, y ello sin escuchar siquiera su voz”.

Una definición a la que cabe sumar un apéndice y que es fuente de reclamo del nacionalismo catalán: “La posibilidad de ejercer el derecho es ya el resultado”. O dicho de otra manera: “La soberanía no se vota, sino que está decidida en el hecho mismo de la posibilidad de votar”. Con esta base, Ovejero, que en 2018, también en Página indómita, se atrevió con La deriva reaccionaria de la izquierda, porque son los suyos, se adentra en las cuatro teorías para justificar una separación política. 

Uno. Teoría plebiscitario-libertaria. Ovejero trata el asunto como debe y, sin red de protección, recuerda la idea de Ludwig von Mises sobre la secesión (recogida en Liberalismo. La tradición clásica, Unión Editorial, 2011). Resumiendo: validez de un referéndum unilateral. Es más, para Von Mises la autodeterminación no tiene porqué ir ligada a la idea de nación política preexistente. Por lo tanto, su concepto de secesión tanto vale para España respecto a la Unión Europea, como para Hospitalet respecto a Cataluña. Adenda: las minorías, por minorías que sean y de lo que sean, deciden.

Evidentemente, esta teoría es realmente absurda y delirante pues choca con el principio democrático de las mayorías. “Veámoslo con cifras hipotéticas -en palabras de Ovejero-: un 60 por ciento de los vascos podría decidir una separación que incluyera al otro 40 por ciento que no es partidario de ella. Pero un 95 por ciento de los españoles no podría decidir sobre el asunto, pues comprometería con su decisión a un 5 por ciento de los españoles (es decir, a ese 60 por ciento de los vascos que es partidario de la secesión)”. En España a esta tesis se suma la teoría subyacente del chantaje de las minorías. Primer chantaje.

Dos. Teoría adscriptiva. “La nación de los nacionalistas no consiste únicamente en un conjunto de individuos que tiene: a) unas trazas culturales compartidas, una identidad; y b) conciencia de ello. Por supuesto, esas características están en su idea de nación, pero hay algo más, lo fundamental: c) tienen voluntad de autogobierno, creen que la identidad y la conciencia de ello les otorga derecho a la soberanía. Vista así, la definición de nación implicaría el derecho a la secesión”. Esta definición dejaría fuera a los gitanos o los apaches, por ejemplo. Sin embargo, “el hecho de que yo crea que (por ser diferente) tengo derecho a vivir aparte no me otorga tal derecho”. La diferencia no crea derechos. Con otras palabras: “Cada individuo o nación puede hacer lo que quiera sin proporcionar razones aceptables para todos”.

Tres. Teoría de la minoría permanente. “Como gobierno de la mayoría, la democracia, por definición, consiste en decir ‘no’ a muchas minorías”. Volvamos a España (si alguna vez nos fuimos). Lo primero que a uno le viene a la cabeza es Cataluña y el País Vasco. Bueno, los nacionalistas vascos y los nacionalistas catalanes, en realidad. Pero hay otros ejemplos de minorías permanentes que, en base a esta teoría, podrían reclamar la secesión (al estilo Revolución francesa, de 1789, o la Secessione dell’Aventino, de 1924, al menos). Por ejemplo, esa minoría que se manifiesta, en cada estudio sociológico, en contra del actual Estado de las autonomías y con pretensiones jacobinas. En 2019 era el 26,9 por ciento de los españoles, según el CIS.

Pero, hay más porque si las naciones pueden aparecer, y por lo tanto desaparecer, solo por la voluntad de “un conjunto de individuos”, Cataluña, sin ir más lejos y teniendo en cuenta los estudios de opinión, no existiría como nación hace diez años, ahora sí, y puede que mañana o pasado desapareciese. “Las minorías nacionales son unas entre otras tantas y, desde luego, es discutible que, a la hora de dotar de identidad compartida, resulten más decisivas que otras minorías definidas a partir de criterios sociales, sexuales, religiosos o, incluso, ecoambientales”, remata Ovejero.

Y cuatro. Teoría de la reparación. “La secesión solo resulta aceptable cuando: a) un territorio soberano ha sido ocupado; o b) se violan de forma sistemática y persistente los derechos de los ciudadanos en un territorio”. Esta es la teoría más delicada a la que se enfrenta Ovejero. Entre otras razones porque, como bien señala, no existen (en democracias como la española) injusticias sistemáticas, probadas y, por lo tanto, el salto al empleo de la violencia es cuestión de tiempo pues entre otras razones se busca la respuesta del Estado, que puede ser opresiva. Aquí estaríamos en la defensa del “cuanto peor, mejor”, que es lo más comparable al denominado ‘procés’ catalán de 2017.

Sin embargo, en las páginas de Secesionismo y democracia, Ovejero advierte: “Por esa vía lo que ocurriría es que a la mala causa se le añadirían los malos procedimientos” y con una consecuencia, para evitar la violencia: se concedería la secesión. Entonces, “estaríamos ante la expresión más descarnada de aquello que la propia teoría de la reparación denuncia como una patología antidemocrática del secesionismo: el chantaje”. Segundo chantaje.

Este es uno de los mejores libros que ha escrito Félix Ovejero. Esperemos que no sea el mejor porque eso significaría, por el bien de los que le leemos, que todavía no conocemos su techo. ¿Dónde está su límite? Lectura y consulta obligatorias, Secesionismo y democracia no convencerá a nadie y no da respuestas. Expone y explica. Por esto mismo, sus 115 páginas son un tratado contra el independentismo y, sobre todo, el ruido tercerista que rodea a esta corriente que nada tiene que ver con la democracia.

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