Las uvas en la Puerta del Sol el último dÃa del año, la Navidad, la Semana Santa, los churros, las torrijas, las sevillanas… Muchos nos movemos por las tradiciones que hemos ido heredando de generaciones anteriores a nosotros. Tradiciones que pueden marcar el comportamiento tanto de un ser individual como de una comunidad entera, siendo cada una de aquellas pautas de convivencia en las que dicha comunidad considera dignas de constituirse como una parte integral de sus usos y costumbres.
La tradición suele aludir principalmente sobre el conocimiento y sobre los principios o fundamentos socioculturales determinados en comunidad, son costumbres, ritos, usos sociales, ideas, valores, normas de conducta, que son considerados especialmente valiosos, respetables o acertados y que pretenden extenderse a las nuevas generaciones, asà los transmitan a las siguientes a fin de que se conserven, se consoliden y se adecúen a las nuevas circunstancias. El cambio en ellas alterarÃan el conjunto de elementos que forman parte de la tradición.
En la actualidad se concede una importancia significativa a la tradición en todas sus dimensiones porque se considera que mantiene su vigencia, su significado y su función social, particularmente como medio de producir un sentido de ese microcosmos particular y sobre todo, como forma de tener un sentido de pertenencia al grupo social por parte del individuo.
Escribió Antonio Muñoz Molina que “cuando era joven la palabra ‘tradición’ tenÃa un sentido negativo para las personas progresistas, porque venÃa asociada a lo peor de nuestra historia. Tradición significaba dictadura, oscurantismo, conformidad con lo establecido, atraso. Tradición eran los coros y danzas y los tronos de Semana Santa custodiados por la Guardia Civil en uniforme de gala y los quelonios franquistas desfilando lentamente junto a los clérigos en las procesiones. Tradición era el reverso de todo lo que ansiábamos: era el apego a lo peor del pasado, y lo que nosotros querÃamos era el porvenir; era el fanatismo de lo autóctono (…); tradición era borrar la historia real y sustituirla por fábulas patrioteras de conquistas gloriosas y resistencia al enemigo exterior; tradición era identificar lo español con lo católico”. Por lo que cada uno puede tener un sentido y un significado personal y muy particular de lo que significa la tradición. Â
Asà lo entendió Shirley Jackson con su gran relato La loterÃa. Un relato corto escrito por una las mejores escritoras estadounidenses del siglo pasado y publicado por primera vez en 1948 en The New Yorker, su acogida en principio no fue muy buena. Pero, ¿qué cuenta la historia exactamente? En un pequeño pueblo estadounidense, se sortea un premio entre todos sus habitantes. Un premio (que no voy a revelar aquÃ, ya que si no se ha leÃdo el relato se puede decir demasiado) “tradicional” en el que la loterÃa es un mero pretexto para continuar una tradición, y por lo tanto, en esa América profunda de granjeros patriarcales en un contexto histórico desarrollado tras la gran depresión, las tradiciones hay que respetarlas.
El nieto de la autora, Miles Hyman especialista en novelas gráficas y adaptaciones de clásicos literarios, ha realizado una adaptación gráfica al relato (Nórdica Libros), una nueva forma de redescubrir un relato clásico desde una perspectiva fresca y novedosa. A través de un dibujo cálido influenciado por una estética al más puro estilo Edward Hooper, Hyman traza un dibujo realista y descriptivo en el que cada escena está muy bien pensada en cada detalle: iluminación, personajes, psicologÃa de los rostros y el entorno. Cada viñeta son pequeños cuadros “hoppernianos” en movimiento que transmiten a través de las áreas de color planas, de colores uniformes, no gradados y una arquitectura desnuda e impersonal, contribuyen a la imposibilidad de ver las caras de unos protagonistas acentuadas en la sensación de aislamiento Ãntimo, personal y de angustia vital.
Shirley Jackson confirmó con esta obra que sabÃa crear ambientes como nadie lo consigue, por lo que la tarea de Hyman pudo ser más “facil” por lo que saca el máximo jugo de un texto original escrito en apenas 12 páginas, con el resultado de estremecer al lector con la propia historia, los dibujos y con las interpretaciones que se pueden leer entre las viñetas de la obra.
Pero La loterÃa es, además de un cuento fabuloso, una oda a la gran imaginación que poseÃa su autora y toda una maestrÃa a la hora de contar historias cortas reveladoras y muy eficientes. Un relato con un contenido tan brutal y explÃcito que deja un regusto amargo, asà como una inquietud que no sabemos muy bien de dónde viene y que nos cuesta bastante quitarnos de encima. Quizá porque se encarga de enseñarnos las cosas terribles que se esconden en cada lugar que creemos seguro, o porque nos hace pensar en todo lo malo que tenemos dentro de nosotros. Un relato fácil de leer y difÃcil de olvidar. No tanto por el contenido en sÃ, sino por la forma con la que Jackson lo narra y te lleva a la contemplación de un hecho espeluznante. Algo que es imposible de creer, que rompe un orden natural de las cosas y que cobra forma a plena luz del dÃa, sin efectos rebuscados, como si fuese un acto cualquiera de la vida cotidiana y tradicional. Con personajes corrientes y en un entorno que en un principio no sugiere nada siniestro, ahà es donde reside el espanto del cambio narrativo, el efecto sorpresa: un pueblo pequeño y tranquilo, una concentración en la plaza a mediodÃa, charlas triviales de los vecinos, niños jugando… y lo que venga después.
Es evidente la presencia de un elemento asombroso en la obra de Jackson, pero la principal fuente de inspiración de su obra está en su propia vida, en la lucha doméstica, en la frustración de su matrimonio. No hay fenómenos sobrenaturales, solo locura y decepción en personas corrientes, la mente torturada en la sociedad del momento, agobiada por el miedo a sà mismo y al qué dirán.
Cuanto más sagrada es una tradición, más innecesario y peligroso se vuelve el conocimiento. Una tradición intencionalmente selectiva de un pasado configurativo y de un presente preconfigurado, que resulta entonces poderosamente operativa dentro del proceso de definición e identificación cultural y social. Una realidad cotidiana en una rutina diaria que aparentemente nada tiene de especial… hasta que todo cambia.
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