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Irlanda pone a salvo cuatro cañones más y una cureña de La Juliana

Irlanda pone a salvo cuatro cañones más y una cureña de La Juliana
Jesús García Calero el

Después de las tormentas que han azotado la costa occidental irlandesa el último año, los restos de los barcos de la Gran Armada de Felipe II, a la que los ingleses bautizaron taimadamente como «invencible», siguen apareciendo. El mar ha removido seis cañones procedentes La Juliana, que el pasado mes de junio acaparó las noticias cuando aparecieron los dos primeros. Ayer fueron presentados otros cuatro, junto con otros restos del yacimiento que ahora está completamente visible, después de siglos enterrado en la arena del lecho marino. En el condado de Sligo tienen estos días una sobredosis de historias porque allí está la tumba de Yeats que, según las últimas noticias conocidas esta semana, no contiene sus huesos.

El barco desde el que se ha realizado la operación / FOTO: Fadó Archaeology

La presentación de estos cañones se produce además en esta fecha, el 20 de julio, aniversario exacto de la salida desde la Coruña de la Grande y Felicísima Armada, que partía hacia Gran Bretaña con escala en Flandes para recoger a las tropas, una operación que las tempestades y las batallas en el canal y en la costa continental frustraron. De los 130 barcos y sus 8.000 tripulantes, la mitad perecieron, pocos llegaron de vuelta a España y muchos murieron en su regreso rodeando las islas británicas, donde se desataron terribles temporales, los peores que la historia recuerda, y en cuyas playas los soldados ingleses remataron a los supervivientes como animales. En Coruña se había reunido la Armada para la aguada y el aprovisionamiento.

Las tormentas que han eliminado la capa protectora en el fondo marino en la costa del condado irlandés de Sligo, han dejado al descubierto el yacimiento de La Juliana, uno de los más conocidos navíos naufragados en 1588. La segunda operación de rescate se ha puesto en marcha después de que los restos hayan quedado ahora a merced de las olas. En abril empezaron a llegar a las playas de la zona trozos de madera, lo que movilizó a los arqueólogos de la isla. Ayer, han sido puestos a salvo en Streedagh seis cañones, un caldero, una rueda de cureña y otros valiosos artefactos del pecio de La Juliana, que serán trasladados para su conservación al Museo Nacional de Dublín.

La ministra de Cultura irlandesa, Heather Humphreys, subrayó «la enorme calidad del material recuperado y sobre todo las ruedas de cureña, diseñadas para el asedio y la guerra terrestre, que muestran claramente la escala de la invasión planeada por Felipe II».

Detalle de uno de los cañones / FOTO Fadó Archaeology

El rescate de las piezas artilleras, todas con advocaciones a diferentes santos (los cañones llevan imágenes de San Roque y San Hilario) ha congregado a numerosos medios irlandeses y a la comunidad local, comprometida en la conservación de este patrimonio que el mar está machacando desde hace meses. En esta zona ha sido la asociación Grange Armada Development Association la que ha vehiculado los deseos de la comunidad local de no perder la riqueza que supone este patrimonio para la posible construcción de un museo local, para el que la ministra no ha prometido fondos. No obstante tanto entidades sociales como clubs de buceo se han implicado al máximo en la protección y el conocimiento de estos yacimientos. De hecho, pronto se excavará, en tierra, una necrópolis en la que se sospecha que están enterrados cientos de marinos y soldados españoles.

Detalle de otro cañón / FOTO: Fadó Archaeology

Volviendo a La Juliana, hay que añadir que a falta de una excavación arqueológica sistemática, los científicos irlandeses, con ayuda de Fadó Archaeology, están poniendo a salvo el patrimonio que el mar a removido. Pero se trata de un trabajo de conservación de urgencia, no del estudio científico del contexto arqueológico en el que las piezas aparecen.

«La Juliana» era un mercante que Felipe II integró, junto a otros 130 navíos, en la flota de la «Grande y Felicísima Armada» para invadir Inglaterra y destronar a Isabel I. Según los registros históricos, era un buque de grandes dimensiones, con unas 860 toneladas y capacidad para transportar 32 cañones, 325 soldados más 70 tripulantes.

Dos cañones de La Juliana en el lecho marino, hace unos meses

España no ha mostrado deseos de participar en la investigación y excavación de La Juliana -de cuyo pecio se sabe desde 1984- u otros pecios de la Armada de 1588, algunos ya expoliados (Robert Sténuit hizo lo propio con la Girona en 1967) y cuya pérdida supone la disolución de una de las páginas esenciales de nuestra historia.

En 2007, la empresa spin-off de la Universidad de Málaga, Nerea Arqueología subacuática (que recibiría la distinción como Empresa socialmemnte responsable de la Unión Europea en 2009), ya alertó sobre el daño antrópico y los estragos que la acción de la mar estaba haciendo sobre estos yacimientos, tratando de evaluar el estado en que se encontrarían en la actualidad. Juan Ignacio González-Aller, almirante historiador que recopiló en «La batalla del mar oceano» todo el ingente material documental de la Armada, estudió naufragio por naufragio, tanto los de la escuadra española como los de la portuguesa, con el arqueólogo de Nerea, Javier Noriega, colaborador de este blog, quien expresó al Ministerio de Cultura la idoneidad de iniciar el proyecto en colaboración con los arqueólogos y las instituciones arqueológicas británicas e irlandesas, junto a la  supervisión de técnicos de Cultura. Tanto la importancia estratégica de este legado, como el ejemplo que supondría intervenir en un patrimonio históricamente abandonado, o los valores de cooperación (que figuraban entre los de la Convención de Patrimonio Cultural Subacuático 2001 entonces recién aprobada por la UNESCO), eran algo que necesitaba ya por aquel entonces la arqueología subacuática española. Se avanzaba entonces la necesidad de exigir una mayor protección para estos yacimientos que, como la actualidad demuestra, sufren el daño irreparable de la acción marina sobre sus únicas e irrepetibles estructuras.

Dos de los cañones / FOTO: Fadó Archaeology

Finalmente el Ministerio desestimó aquel proyecto. Se da la circunstancia de que ello ocurría el mismo año en el que Odyssey expolió la Mercedes, tras años de actividad de sus barcos en nuestras aguas, una presencia que Nerea había denunciado públicamente.

Dos años después de iniciado el trabajo, aquel 2009, Noriega completó en archivos británicos y en trabajo de campo en Irlanda, visitando la abrupta geografía de aquel naufragio masivo de las naves de Felipe II. La actualidad e importancia de los restos de la Armada volvió a estar sobre la mesa el pasado mes de marzo en cuanto se oyó que los restos de La Juliana llegaban a las playas, cuestión desde la que se alertó desde este blog.

Hoy estos arqueólogos españoles sueñan todavía con la posibilidad de que España estudie a fondo no sólo el yacimiento de La Juliana sino de salvar lo que queda todavía en el olvido. Muchos son los navíos que buscaron tierra desesperadamente en aquel septiembre fatídico de 1588.  La arqueología, con una publicación específica, podría añadir mucho a lo que los historiadores de la Gran Armada han investigado ya. Entre las obras destacadas, además de la citada de González-Aller, los libros de Geoffrey Parker (en solitario y con Colin Martin) marcaron un antes y un después.

En la memoria y en las aspiraciones, el hecho de que Portugal tomó una decisión distinta en un caso comparable: el de la Bahía de Angra Do Heroísmo, en Azores, donde un proyecto similar del arqueólogo Alexandre Monteiro fue aprobado por las autoridades.

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