Los dogmas de cualquier religión son indiscutibles e inamovibles. Quienquiera que se atreva a ponerlos en duda es expulsado, anulado o cancelado. La laica cultura woke tiene mucho de religión. Una religión que está actualmente invadiendo todos los ámbitos de la sociedad occidental. La arquitectura no es una excepción a ello.
La última edición de la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo (BIAU), celebrada la pasada semana en la ciudad de México, estuvo munida de todos los tópicos del espíritu woke, en consonancia con la retórica del actual gobierno español. Así se sintetiza en la presentación del catálogo, donde Raquel Sánchez Jiménez, Ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, escribe lo siguiente:
«La selección de finalistas y premiados de la XII BIAU se ha llevado a cabo mediante un proceso liderado por un jurado externo al equipo curatorial. Jurado paritario y diverso que ha debatido, valorado y premiado en diferentes categorías, obras, trayectorias profesionales, investigaciones, programas docentes, publicaciones o acciones interdisciplinares (arte, activismo, emprendimiento social, ciencia y tecnología) que inciden en mejorar el ecosistema humano y elevar los indicadores sociales, medioambientales y económicos de la vivienda, los pueblos, los barrios y la ciudad del siglo XXI».
La propuesta comisarial desarrollada por los arquitectos españoles Anna Vergés y Guillem Augé (UNDO) y los arquitectos mexicanos Ana Martínez y Raúl Cárdenas (ToroLab) para esta edición de la BIAU se ha focalizado absolutamente en este ideario de la igualdad, la sostenibilidad, la diversidad, lo colectivo, la participación…
«La selección de estos proyectos responde a la necesidad de abordar un debate sobre la mejora de las condiciones de vida de los habitantes en las ciudades iberoamericanas, especialmente entre los colectivos más vulnerables, con especial atención a las aportaciones del feminismo y la perspectiva de género en la mejora del acceso a la vivienda y la ciudad. La base de un relato sobre las ideas y estrategias que mejoran los índices de igualdad generales – clase, raza, edad, genero…–, fomentados desde el emprendimiento social y la participación comunitaria.»
Conceptos con valor pero, que por reiterados, han acabado transformándose en espacios vacíos.
No dejo de insistir en lo crucial del hecho de que, tras el estallido de la crisis en 2008, la cultura arquitectónica pasó sin el menor pudor de la exaltación del hedonismo suntuoso a la del pobrismo. El modelo del arquitecto tras la crisis promovido por la academia y los medios, salvo algunas excepciones, pasó del aspirante a estrella global a algo parecido al cooperante heróico de una ONG, obviando siempre su principal global, que es la de ser un profesional liberal comprometido con su propio medio, ese que conoce bien. Sin embargo, hoy cuanto más precario y necesitado es el contexto, más excitación produce en las almas buenistas, renacidas tras estas crisis y vigorizadas tras la pandemia. Igualmente, insisto también en el hecho de que hace tiempo que lo emocional se ha impuesto sobre lo racional y el pensamiento científico. Hoy, para ser respetable y respetado, hay que obedecer a rajatabla los dogmas de la religión woke, aunque sus principios sean imprecisos y superficiales.
Tampoco ayuda a la mejor comprensión de la temática de esta edición de la BIAU, por lo menos si se asiste a este evento en streaming, su hibridación con el Festival MEXTRÓPOLI. En él, las intervenciones de conferenciantes iberoamericanos se han intercalado con las de otros, como Shigeru Ban, ASSEMBLE o Philippe Rahm, cuyos orígenes y temas de disertación poco tienen que ver con el supuesto tema eje de la bienal, «Habitar al margen. Estrategias de conciliación». Tampoco las intervenciones del español Iñaki Ábalos y la mexicana Tatiana Bilbao guardaron excesiva relación con el tema en cuestión.
Lo que sí es patente es la propaganda política del discurso de algunos de los ponentes, como la de Janet Sanz, teniente de alcalde de Ecología, Urbanismo y Movilidad de Barcelona, quien vendió desde el púlpito las bondades y maravillas del proyecto para las supermanzanas, planteándolas como la panacea urbanística que solucionaría todos los problemas que padece la Ciudad Condal, aunque es una operación que está siendo profundamente cuestionada por técnicos y vecinos, además de servir de pantalla a una Barcelona que, tras casi ocho años de gobierno colauista, se desmorona entre suciedad e inseguridad.
La intervención de Josep Maria Montaner, exconcejal de Vivienda del Ayuntamiento de Barcelona por el partido de Ada Colau y catedrático en la ETSAB, puso de manifiesto la desconexión con la realidad de este neocomunismo. La lectura de la realidad iberoamérica que efectuó Montaner puede calificarse de poco menos que hipócrita. El tema de su ponencia, los commons, resultaba totalmente anacrónico, ingenuamente aferrado a fracasados ideales de la década de 1970 y de la tendencia a romantizar la pobreza, ensalzar la precariedad y dar valor a la okupación inherente a ciertos intelectuales de izquierdas, que gustan de mirar la realidad desde sus poltronas, siempre demasiado ocupados en sus propias divagaciones y fantasías como para bajar al llano.
Su compañera de estrado, Zaida Muxí, ex directora de Urbanismo del ayuntamiento de Santa Coloma de Gramanet (Barcelona) y profesora en la ETSAB, lanzó al auditorio un compendio de tópicos sobre lo que dio en llamar «ecofeminismo», al que definió como «otras prioridades, otros valores y principios, otros procesos y otras soluciones», manejando confusamente las palabras «género» y «sexo» y citando incansablemente estudios de género salidos de universidades anglosajonas desde una impostada radicalidad que olvida que la ciudad no es sólo para las mujeres sino para todos los ciudadanos, para concluir mostrando proyectos pertenecientes al periodo de su gestión política.
Tanto uno como otro son representantes claros del oportunismo y la banalidad con los que se asumen los temas candentes por afán de protagonismo.
No hay nada que reprochar a los proyectos ganadores y seleccionados, entre los que destacan «Bon dia, Carme» de un parelldarquitectes y el Santuario del Señor de Tula de Dellekamp/Schleich – AGENdA Agencia de Arquitectura. No obstante, los proyectos localizados en el continente americano pecan de esta tendencia homogeneizante que exalta pobreza y precariedad y que se niega a leer la arquitectura construida en dicho continente como heterogénea y rica en formas y objetivos. Esto último se hace especialmente patente en la selección «Acciones al margen», donde se incide en la idea de la para-arquitectura y que son más bien ejercicios de ingenio que de inteligencia, como refleja la propuesta «Capilla & Barbería móviles» de A5 Arquitectura.
La XII BIAU es la enésima oportunidad perdida para romper con la hegemonía de lo políticamente correcto y crear un foro donde las ideas se confronten y dialoguen. Sin embargo, se ha vuelto a preferir obedecer al discurso establecido, esquivar las preocupaciones y problemas reales y crear otro espacio amable y, sobre todo, inofensivo. Creo muy importante señalar que no debe achacarse la responsabilidad de esto al equipo de curadores, sino al peso de una tendencia global que, como señalaba al principio, vitupera al que cuestiona, discrepa y busca diferentes miradas y caminos de reflexión.
Seguramente esta edición de la BIAU pasará sin pena ni gloria, pero lo que sí será es otro ejemplo reconocible de la deriva puritana, anti-intelectual y populista en la que está sumido nuestro presente.
Tanto la Península Ibérica como Iberoamérica están atravesando un periodo gravemente crítico en lo económico, social, político… Esquivar la mirada de frente a esa realidad hablando de futuro y no de presente sigue siendo el error persistente de la arquitectura.
(Este artículo fue originalmente publicado en ABC Cultural, 28 septiembre 2022.)
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