La identidad particular dentro de lo colectivo, reflexionar sobre cómo definir nuevas formas de acción para el arquitecto dentro de una sociedad en transformación y persistir en una pasión lúcida por la arquitectura son los temas que se tratan en la última parte de esta conversación con HARQUITECTES.
Aludíais antes a la exposición Materia Sensible. ¿Os reconocéis como parte de un grupo de arquitectos con afinidades entre sus respectivas formas de hacer? ¿Reconocéis una serie de invariables entre determinados arquitectos de vuestra generación y en un entorno local concreto? Y más allá, ¿consideráis que se produce un salto generacional palpable entre esa generación que se formó y pudo trabajar en la época de vacas gordas y ésta, que se ha encontrado de frente con la crisis económica?
DAVID LORENTE.- Nos encontramos cómodos con la mayoría de arquitectos con los que nos sentamos. Creo que, más que con la coyuntura del momento, tiene que ver con el hecho de que todos recibimos una formación similar. No me he puesto a analizar qué situaciones y circunstancias han incidido en nosotros y en qué se ha traducido dicha formación, pero no puede hacernos muy diferentes de los demás.
Sí es cierto que las circunstancias te llevan a sitios más particulares. No creo que en concreto podamos considerarnos ninguna clase de bichos raros. Hemos materializado una formación que, opino, en Cataluña es superior a la que hemos encontrado en el resto del mundo (o, al menos, la que yo he conocido) y que nos ha llevado a ver la arquitectura de una manera más global, más técnica, menos superficial: no tanto de diseño estético sino de concepción global del edificio. Esto es algo que todos hemos recibido y que cada uno ha ido escarbando posteriormente de manera individual.
Aquí en el despacho el tema de la formación dio un salto importante cuando Roger, como docente en La Salle, coincidió con una serie de profesionales también interesados en el análisis, con cosas para aportar en la reflexión sobre la materia, fluidos, energía, sostenibilidad…y pudimos corroborar que son temas que abundan entre los arquitectos que están trabajando en Cataluña, y que nosotros hemos particularizado una forma de interpretarlos.
Voy constatando cómo las reacciones ante la crisis entre los arquitectos son diferentes. Entre vosotros advierto una cierta responsabilidad que en otros ámbitos, en cambio, se convierte en poner un disfraz a la actividad arquitectónica. Sea quizá porque en la escuela de Barcelona se inculca con más ahínco la cuestión técnica, creo que esa segunda actitud, que responde a la dificultad para construir creando nuevos personajes-gurú o en gestos como performances y determinadas experimentaciones llamadas conceptuales, apenas se advierte aquí. Personalmente, considero tan riesgosa y potencialmente dañina esta otra posición como la que antes referíamos sobre la etiqueta de lo austero y lo social. Quisiera saber si este tema os merece una reflexión.
DL.- Hemos podido comprobar perfectamente a lo largo de estos diecisiete años que sólo ofrecemos lo mejor de nosotros cuando desempeñamos nuestro oficio. Es decir, cuando nos contratan para construir, tenemos un presupuesto a cumplir, unos requerimientos, unas demandas, unas normativas… En esos casos es cuando emerge nuestra mejor versión. Hasta ahora, cuando hemos intentado o planteado otro tipo de maneras de aproximarse a la arquitectura no hemos sido buenos. O no nos ha interesado lo suficiente.
ROGER TUDÓ.- También es cierto que nuestros periodos sin trabajo no han sido prolongados. Al estar centrado en construir, piensas en otras cosas. Es positivo que haya quien aborde la arquitectura desde una posición que no sea la del oficio y el acto de construir. En mi opinión hay personas desarrollando propuestas teóricas muy interesantes y generando cosas. Sí reconozco que el ambiente aquí en ese respecto diferente al de Madrid.
XAVI ROS.- Creo que hay una cierta afinidad generacional con determinados arquitectos. Es recíproca y supongo que surge porque, en el fondo, todos hemos batallado en el mismo barco. En el momento en que Pere Buill nos reúne en Materia Sensible reconocemos esa afinidad más claramente. Y confieso que la obra de la generación que inmediatamente anterior a la nuestra, salvo excepciones, más lejanas, no nos ha afectado demasiado. Nuestro interés se sitúa en lo que ya lleva un tiempo construido y en lo que está construyéndose en este momento.
RT.- Hay arquitectos de nuestra generación con los que podemos compartir trabajo, en los que advertimos el mismo sentido de rigor que nosotros aplicamos. Supongo que, dentro de una misma generación, reconocemos arquitectos que poseen una gran sensibilidad formal pero tras la cual quizá no hay tantas cosas como a las que nosotros nos interesan.
La arquitectura debe tener una vocación social, democrática. Su finalidad debe ser la de servir: incrementar la calidad de vida, el bienestar del individuo y la colectividad y hacerlo desde una acción que sea lo menos agresiva posible para con el entorno (en todos los sentidos: ecológico, social…). Dentro de todas estas nuevas marcas y etiquetas que se han generado (la ‘arquitectura social’, la ‘arquitectura sostenible’…), ¿hay alguna en la que consentiríais ser identificados? ¿Cuál es el futuro deseado de la arquitectura? ¿De qué debemos, a vuestro parecer, despojarnos y hacia dónde debemos caminar?
XR.- Cualquier etiqueta es indeseable. Son un problema. Parece que o se es ‘social’ o se es ‘sostenible. Por suerte, las cosas no son tan simples
Estoy de acuerdo. Las palabras se han sobreutilizado tanto que su significado ha quedado hueco. Parece imposible usar muchas de ellas sin temer parecer que se las usa en ese sentido banalizado, que ya no significa nada en concreto y que las vuelve inútiles.
XR.- Sí. Ese planteamiento que da por hecho automáticamente que porque algo es sostenible debe entenderse que es barato. ¿Es así realmente? No tiene porqué serlo…
Por eso. Evitando incurrir en los tópicos, en las falsedades que ocultan convenientemente muchas de estas etiquetas y palabras, ¿cuál es vuestra visión o deseo de futuro para la arquitectura?
DL.- Intuitivamente, porque éste es un tema que hemos debatido anteriormente y tenemos posiciones diferentes, creo que nos veremos más cerca que lejos aún más implicados en la construcción, desde una idea física de la construcción. Nosotros hemos incidido mucho en la construcción, sistemas, material… Creo que esa separación histórica del arquitecto respecto al director de la obra, al constructor, al que se ensucia las manos… va a diluirse, de manera inevitable. El paso que estamos dando en el despacho (gráficas, control económico…) lleva a entrar de lleno en la licitación del edificio y, de ahí, pasar no literalmente a construirlo con nuestras manos, pero casi. Y es algo que me abruma, porque soy consciente de lo difícil que es la vertiente empresarial de la construcción. Aunque será algo que costará llevar a cabo, porque la normativa vigente no ayuda en absoluto en ese sentido.
Recuerdo cómo casi me burlé de la propuesta que me hizo un amigo paleta de irme a trabajar con él un verano, durante los años en que yo estaba estudiando arquitectura. Mi reacción fue algo así cómo: «Pero, ¿cómo voy a irme yo a hacer de paleta si soy arquitecto?». Recuerdo la anécdota porque me he arrepentido muchas veces de no haberlo hecho. Y creo que, hoy por ahí, por ese lado, andan las cosas. Antes que por marcharme lejos, por globalizar, yo opto por profundizar. Sin embargo, éste no es el único punto de vista que tenemos aquí en el estudio sobre el tema.
RT.- Es una pregunta muy difícil. Yo creo que en cada caso iremos utilizando las herramientas que permitan diseñar mejor, entendiendo que estas herramientas pueden encontrarse en el presupuesto, en determinados mecanismos para hacer las cosas (utilizando las manos si fuera necesario, dado un caso concreto).
La cantidad de inputs y preguntas cada vez es más compleja.
La sostenibilidad es, más que un límite moral o ético, es para mí una oportunidad. Me resulta mucho más satisfactorio diseñar elementos que funcionen bien. Eso no es una limitación, al contrario: es algo que contiene un potencial creativo enorme.
Creo que los aspectos de implicación y reacción social que ahora mismo se están activando serán también una de las preguntas que los arquitectos deberemos responder. En nuestro proyecto concreto, en los últimos años, hemos estado al margen de estas preguntas y ahora, del mismo modo que ahora estamos empezamos a responder a los parámetros de sostenibilidad con más rigor, deberemos responder con más rigor y herramientas a parámetros sociales que harán mucho más poderoso al diseño. El objeto arquitectónico será cada vez más un medio que un fin. Algo que se opondría a las dinámicas de estos últimos tiempos, en que el edificio era esencialmente un fin, algo planteado en términos icónicos, de mercado, de beneficio… Entraríamos en un periodo en que el edificio sería un medio que permita que sucedan cosas.
XR.- Esto es algo que es inexcusablemente debido al posicionamiento de la administración. Por ejemplo, la rehabilitación de la Lleialtat Santsenca que estamos llevando a cabo, fue un proyecto y un programa gestionado y promovido, a través del concurso abierto que ganamos, desde la administración gracias a la fuerte demanda de los vecinos y muchísimas entidades del barrio de Sants. Si no es social, la arquitectura carece de demasiado sentido.
Lo que reclama Roger se puede, y se debe, generar des de la sociedad pero acaba dependiendo de los programadores y estrategas de la administración.
RT.- Podemos plantear como ejemplo el del arquitecto suizo Gion Caminada.
Caminada, labrador de origen, estudió arquitectura en Zúrich. Al terminar la carrera, con la ayuda de un amigo economista, se dedicó a estructurar un plan de viabilidad económica para evitar que los habitantes de una aldea dedicada a la ganadería, y situada en un valle que no podía vivir de la actividad de las pistas de esquí, la abandonasen.
Se embarcó en una gestión de bastantes años de estrategia; de participación social con objeto de convencer a los vecinos de que no abandonasen el valle; de comenzar a conseguir recursos y repartirlos de una manera útil desde una carpintería, que antaño era el principal negocio de la zona y que se había perdido. Comenzó a crear diferentes negocios y arquitecturas ejemplares que contribuyeron a dar reconocimiento y potencial económico a aquel pueblo. En su trabajo ha equilibrado esa tarea de arquitecto que realiza edificios importantes y, por otro, el papel de gestor político.
Arquitectura hay por todas partes. Hay arquitectura social porque la administración la solicita. Ahora bien, si acude a nosotros un cliente particular que quiere construir un templete en un terreno propio desde el que ver el mar, obviamente no se tratará de una arquitectura con fin social sino privado, pero con ella podremos disfrutar tanto nosotros como una persona que conozca el proyecto y aprecie la arquitectura cuando ésta posee valor.
El de Caminada es un ejemplo de cómo un arquitecto (sin perder de vista al valorar su caso las específicas condiciones del contexto suizo) es capaz de penetrar en las necesidades y responder con soluciones. La diferencia es que aquí se nos solicitan soluciones cuando las decisiones oficiales ya están completamente cocinadas.
Viéndolo como una metáfora: se pide al arquitecto que cocine una sopa dándole unos ingredientes, pero lo único que en realidad se le está pidiendo es que lo sirva en el plato.
DL.- Recuperando lo que comentaba Xavi antes, acerca de cómo informamos al cliente de que quizá haya elementos a los que deba renunciar, eso es algo que hacemos porque nosotros nos sentimos cómodos planteándolo todo desde el principio.
Un ejemplo que hemos planteado a veces es el siguiente: Si la administración te solicita construir, por ejemplo, «este puente» ya tiene claro qué quiere. Nuestra respuesta será: «Tenemos que cruzar el río. Estás encargándome que cruce el río pero tendremos que ver si haremos un puente, o dos, o pondremos unas piedras…Veremos qué haremos, pero primero vayamos a la raíz, a lo original, a lo primitivo. Nuestra misión es solucionar ese requerimiento, pero debemos primero que nada considerar con qué armas vamos a hacerlo».
Y considero que esto no es únicamente una tarea del arquitecto, otros agentes deben estar también implicados.
La administración, ¿y también los ciudadanos?
XR.- Somos partidarios de la participación de los ciudadanos, pero hay algunas decisiones que deben tomar los expertos.
DL.- El ciudadano es importante, pero yo creo que es preferible observarle a preguntarle. El ciudadano siempre te dice, con buena voluntad, lo que cree que tú esperas de su respuesta para ser políticamente correcto. Por eso es necesario ir al lugar donde va a encontrarse el proyecto y observar qué hace la gente y no lo que te dicen que quiere hacer. Se puede solicitar una escuela para un lugar que, por las condiciones que sea, resulte incongruente construir una.
Ante la pregunta de si el medio ambiente es importante, la respuesta será unánimemente afirmativa. Sin embargo, no todo el mundo separa selectivamente la basura que produce. Por eso, no preguntes a esa persona qué hace con su basura. Observa qué hace y comprobarás si es alguien con preocupación real por el medio ambiente o si sólo dice tenerla.
Los procesos participativos son muy importantes pero hay que tener cuidado con las preguntas que formulas.
RT.- Creo que no tenemos aún depurada la técnica para que funcionen los sistemas participativos, aunque es evidente que cooperando vamos a funcionar mejor que individualmente, y los procesos que ahora estamos desarrollando van a permitirnos llegar a un resultado mejor. Queda sobre todo por incorporar la idea de tiempo, que es la de proceso. Pero veremos qué sucede en el futuro, porque quizá lo que venga demuestra que los que somos expertos somos los que más estamos castigando al sistema. Lo que sí es cierto es que, hoy por hoy, no hay proceso: una administración decide que debe construirse, como planteábamos como ejemplo un puente, en lugar de someter esto a debate.
Coincido en que tampoco sería positivo desvirtuar la posición del especialista.
XR.- Está claro que la solución buena no es únicamente una en concreto.
Para finalizar, quisiera saber cuáles son vuestros referentes arquitectónicos. Vuestra experiencia de ver arquitectura.
XR.- Hemos hecho ya quizá como quince viajes con el propósito de conocer arquitectura. En el último hemos ido a ver la obra de uno de los referentes con más influencia en nuestro trabajo: Lacaton & Vassal. Visitamos la Escuela de Arquitectura de Nantes, la rehabilitación del edificio Bois le Prêtre…La estrategia desarrollada para ese proyecto fue interesantísima, pero encontramos el edificio muy sucio y como envejecido.
RT.- Yo, personalmente, cada vez tengo menos referentes. Me apoyaba mucho en ellos al terminar la carrera. Sigo observando cosas, quizá no tan atento como lo está Xavi; y además, con la desaparición del libro analógico me cuesta mucho adquirir información, como por ejemplo a través de blogs. Pero lo cierto es que cada vez ha ido interesándome más ir a buscar los principios que determinan las cosas.
¿No es esto que apunta Roger también una consecuencia de este exceso de presentaciones visualmente cuidadas sobre los proyectos? El detalle que mencionaba Xavi sobre el proyecto de Bois le Prêtre, en que la visita al edificio real conlleva el riesgo de una decepción por el contraste entre el estado real con lo que se conocía por la documentación del proyecto, sus imágenes…Esto confirma cómo es de indispensable el estudio, el conocimiento de la obra y su valor desde una dimensión más intelectual y conceptual que única o primordialmente estética.
XR.- Es sencillo ver durante diez segundos en un blog unas fotografías y decidir que te gusta el proyecto de Lacaton & Vassal. Las imágenes te permiten ver que el proyecto tiene interés. Sin embargo, lo cierto es que yo a veces disfruto más sentado investigando un edificio que cuando lo visito. Esto no quita que cuando visitas la Escuela de Arquitectura de Nantes con suficiente tiempo para poder ver ciertos movimientos en su interior también eso te aporta llegar a determinadas conclusiones sobre ese edificio.
Los primeros viajes que hicimos, para ver la obra de Herzog & de Meuron, de Zumthor… eran una emoción permanente. Mitificación pura. Salirnos de la lista establecida de edificios a visitar era simplemente inaceptable. Fue en un viaje a Portugal, cuando David comenzó a hacer propuestas para ir a ver otras cosas.
En los más recientes, al sur de Italia, como en el último, trazamos a priori una lista de edificios interesantes. Ahora encontramos edificios que nos decepcionan y muy pocos que no lo hagan, pero lo interesante en realidad es el trayecto entre esos edificios. La arquitectura que descubrimos en ellos. Hoy somos mucho mayores y menos mitificadores. Nos interesa nuestra praxis, por ello todo lo que no esté repercutiendo directamente sobre lo que tenemos sobre la mesa no nos interesa. Ahora nos encontramos yendo a visitar edificios donde ya no hay nada de aquello que en realidad nos interesa.
Considero interesante cómo desde esta identidad que asumís de arquitectos locales resulta esencial para vosotros el salir a viajar, a ver. Me parece que una de las equivocaciones esenciales de parte de la arquitectura actual ha sido la de adoptar literalmente modelos foráneos y aplicarlos indiscriminadamente donde sea. La perversión de lo global ha matado a arquitectos que, trabajando en sus ámbitos locales, desarrollaron una obra de gran valor y profundidad pero que al dar el salto y convertirse en arquitectos globales perdieron la perspectiva, la noción de la realidad, hasta niveles que rozan el patetismo. Es de apreciar una inquietud como la vuestra, que quiere salir a ver, a aprender, a valorar…pero sin perder la perspectiva sobre sí mismos.
RT.- Una época de estos viajes fue muy formativa. Visitando edificios, incluyendo los nuestros, permite apreciar qué vale la pena o no. En una reciente obra de Kazuyo Sejima, una arquitecta que creo que durante un tiempo desarrolló un trabajo muy interesante, vivimos el episodio de encontrar una sala increíble, muy buena; pero trasladarse a otra y pensar: «Esto es una maqueta». La maqueta era extraordinaria pero la vivencia real no lo es. Vas aprendiendo de hechos como estos. Determinados mecanismos, que en un momento has admirado, compruebas que no funcionan; y otros, inesperadamente, resultan magníficos.
Hay una frase de Lacaton & Vassal que me parecía interesante. Ellos rechazan la maqueta porque es imposible estar dentro de ella y en cambio, afirman, que es preferible desarrollar los espacios en base a experiencias que uno haya vivido. Ésta es una capacidad que además David tiene muy desarrollada. Quizá no se trata de espacios de arquitectura moderna, quizá es la proporción de una calle, de un mercado…El viaje tiene algo de esto.
DL.- Mi comentario anterior sobre el puente equivale a esto. A mí me gusta la arquitectura porque me gusta estar bien en los sitios. Y un sitio puede ser arquitectónico, configurado o puede que no lo sea. Puede ser una calle, un café… Luego, hay momentos en que tienes que acabar articulando un espacio, un volumen…pero hay otras veces en que no hace falta. Hay que hacerlo de otra manera. Por eso, el motivo por el que el viaje vale la pena para mí es porque supone hacer lo que hacemos, lo reúne todo: la herramienta y la vida.
Un viaje a Mallorca nos hizo cambiar muchísimas cosas. Vimos a Cifuentes, a Utzon…pero descubrir la Serra de Tramuntana con un trabajo milenario de vegetación puesta en arquitectura y la vida de las personas me resultó revelador.
RT.- O la casita de Schinkel en Berlín. Seguramente todo lo que hemos hablado sobre la Casa 712 está ahí. Nunca habíamos hecho un proyecto con esa claridad estructural.
XR.- Los viajes son también la cimentación de nuestra relación. Supone parar máquinas, los cuatro a la vez, semidesconectamos. Aunque en este último viaje creo que sólo hemos hablado de arquitectura… pero fuera del despacho, y con una cierta distancia.
Fotografía superior: Casa 1101. – Sant Cugat del Vallès, Barcelona. 2013 – Fotógrafo: Adrià Goula
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