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Marc Márquez no sabe ser segundo

Tomás González-Martín el

Es un problema de toda su vida. Cuando se proclamó campeón del mundo por primera vez, en la tercera cilindrada del Mundial, nació la bestia. Una bestial mental, codiciosa, ambiciosa. Surgió el ganador que llevaba dentro. El campeón insaciable. Ascendió a la segunda categoría y fue subcampeón del mundo, tras Bradl, por pecar de esa impaciencia por ganar, después de haber sido el mejor a lo largo del año. Esperó una temporada más para proclamarse campeón en la segunda división del motociclismo. No quería llegar a MotoGP sin haber triunfado en todos los niveles. Y cuando ascendió a la cilindrada absoluta en 2013 se erigió en el mejor piloto del planeta inmediatamente. Conquistó los títulos mundiales de ese año y de 2014 con un dominio apabullante. Es un obseso de la victoria. Lo quería ganar todo. La temporada pasada obtuvo diez triunfos consecutivos. Solo sabe vencer. No entiende colocarse para ser segundo. Alzamora se lo dice cien veces por hora: muchas veces es mejor sumar veinte puntos que nada. Marc no lo entiende. Es ganador puro. O lucha por los 25 puntos o nada. No le importan los puntos, sino subir al cajón más alto y ser el triunfador. Por eso, ahora sufre demasiado, al borde de perder el campeonato.

 Márquez se ha encontrado con un Rossi recauchutado, como Mick Jagger, y con un Lorenzo recuperado, reeditado el Giorgio de 2008 . Y la competencia de los dos campeones de Yamaha le ha descolocado. Marc se ha descentrado al ver cómoValentino y Jorge aspiraban a los triunfos y los conseguían. Márquez ha peleado con ellos por ganar, con ansiedad, sin tener paciencia, y en su precipitación encontró las caídas y los ceros en la cuenta de resultados. Emilio, su apoderado, se ha desgañitado por hacerle ver que debe subir al podio y sumar, pero su pupilo no escucha. Y está desesperado.

Marc no se adapta a las reformas aplicadas en la Honda y no sabe esperar. Podría ascender al podio siempre, porque tiene maquinaria para ello, y no lo consigue por su impaciencia, por un pecado de juventud que ya debería haber superado hace años. Honda Racing Corporation y Alzamora le aconsejan que sea inteligente en carrera, que en ocasiones hay que ser segundo y tercero, y que ya llegarán las victorias, cuando las novedades en la moto le permitan acoplarse mejor a la montura. Es una cuestión de feeling.

Márquez les oye, pero no les escucha. Intenta vencer, arriesga y se cae. A Emilio le cambia la cara. Cero patatero, cuando ha podido ser segundo en dos grandes premios consecutivos y sumar 40 puntos que hoy serían de oro, pues resta por disputarse más de medio campeonato del mundo. Márquez no lo ve. Solo quiere ser el primero. Sufre de ansiedad incontrolada. Y esa ansiedad puede llevarle a la derrota.

Debería aprender de Jorge Lorenzo, que supo ser segundo constantemente en 2012 y proclamarse campeón del mundo de MotoGP por segunda vez en su vida sin acumular ceros. A Marc le han puesto al mallorquín como ejemplo de esa sabiduría. El lema es claro: cuando no se puede vencer, suma puntos y sube al cajón. Jorge también sufría esa ansiedad cuando militaba en 250 centímetros cúbicos, la categoría antecesora de Moto2. Y aprendió a fuerza de golpes, al comprobar que debe ser listo para ser el número uno.

Como dice Jorge Martínez Aspar, hoy el Mundial está planteado para ser campeón sumando puntos, no ganando carreras. Quince cajones te pueden dar la corona sin escuchar nunca el himno en tu honor. Márquez no comprende eso. Pues deberá asimilarlo. Este Mundial ya se le ha escapado de las manetas. Valentino y Lorenzo sí saben sumar y guardar la ropa. Con subir al podio habitualmente superarán a Marc, que necesita que los dos se caigan cuatro veces cada uno. Jorge y Rossi no cometen tantos fallos. Son regulares. Es el defecto que define a Márquez. El ilerdense es todo o nada. Blanco o negro. No sabe ser gris claro o gris oscuro, porque para él ser segundo es ser gris. Pues ese gris te da el título, nem.

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