Es un piloto definido por su regularidad. Con Nico Terol no puede haber sorpresas. Su disciplina mental le impide hundirse el día después de una caída. Esa fuerza es la que le mantuvo como un profesional de alto nivel en los momentos duros. Dejó el grupo Aspar cuando era muy joven y toreó con motos de un nivel inferior. Supo lo que es luchar contra los elementos. Demostró su calidad. Y Jorge Martínez Aspar le recuperó en 2010.
El año pasado solo tuvo un enemigo. Un tótem de este deporte. Marc Márquez, el nuevo ídolo universal. Nicolás pagó la explosión de un chaval tocado con la magia de los grandes, de esos que surgen, uno, cada quince años. Y supo resignarse con el subcampeonato. Como el propio Terol dijo, si no se hubiera precipitado a lo largo del campeonato anterior, podría haberle ganado a Marc el Mundial 2010. Pero sus ansias le llevaron a romperse las vértebras en Montmeló y perdió sus opciones.
Un año más tarde, con el catalán ascendido a Moto2, el valenciano demuestra en 125 que su firmeza en la pelea diaria por la victoria es inmejorable. Tiene 31 puntos de ventaja sobre Zarco y podría proclamarse campeón del mundo el domingo, en Australia, si el francés no suma siete (noveno puesto). En todo caso, podría obtener la corona el día 23, en Malasia. Se la brindará a su amigo Sergio Gadea, hospitalizado todavía, intentando salvar el bazo después del grave accidente sufrido en el Gran Premio de Japón.
Y se la dedicará a Héctor Barberá, aquejado de una cuádruple fractura de clavícula. Es lo mejor de Terol: es amigo de los pilotos. De los que son y fueron sus rivales. Hoy es el mejor amigo de su compañero de escudería, Faubel. Un síntoma de deportividad que la mayoría no siente. Ellos se lo pierden. Nico gana.
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