Es el piloto del futuro. El chaval que aúna todas las virtudes que un campeón puede reunir para convertirse en un mito. Dice que admira de Rossi su profesionalidad. Esas ganas de triunfar a los 31 años. Ensalza a Pedrosa por su pilotaje perfecto. Destaca de Lorenzo su agresividad. Y califica a Stoner como un “pura sangre”. Marc Márquez tiene todas esas características que observa en sus ídolos. Dentro de tres o cuatro años estará en esa parrilla. Su victoria en Estoril fue un espectáculo de exhibición de todas esas cualidades. Las que forjan a un número uno.
Como dice el chaval, su triunfo fue de película. Hay que ser una figura para equivocarse como un novato, salir el último -decimosexto- y alcanzar la cuarta posición en la primera curva.
Arranca tan bien como su amigo Dani. Hay que ser una estrella para jugársela, comerse la tensión y vencer en una batalla en la que dos enemigos, Terol y Smith, le hicieron un bocadillo para comérselo entero. Marc se escapó de esa pelea desigual y tomó una decisión que define a los campeones: la mejor defensa es un buen ataque. Esa valentía es otra demostración de carácter en un niño de 17 años que todavía no tiene pelos para afeitarse. El pupilo de Alzamora tuvo el arrojo de adelantar a Smith, dar un golpe a Nico Terol y adjudicarse un gran premio que tenía perdido. Así se hacen los ganadores. Marc puede conquistar o perder el Mundial de 125 el próximo domingo, en Valencia, pero la hazaña de Estoril señala a un piloto superior a la normalidad.
El “Petit” es el futuro sucesor de Valentino, con permiso de Lorenzo. Todos los saben. Al cabo de uno o dos años medirá 1,71 metros de altura y pesará 59 kilos, cifras ideales para ser el hombre a batir en MotoGP dentro de un quinquenio. La gesta realizada en Portugal se suma a una temporada de éxitos portentosos. Diez victorias ha conseguido en la presente campaña. Dos más que Lorenzo. Lo mejor de los himnos españoles que escucha en su honor es que el “nem” de Cervera alcanza los primeros puestos después de ofrecer lecciones mgistrales de calidad, de trazada bonita, de frenadas inconmensurables, de adelantamientos interiores sensacionales. Nunca gana de rebote, por ser conservador y esperar una caída. Al revés. El mérito de este joven es que sus éxitos se basan en actuaciones al borde del infarto. Es el actor principal del cine del futuro.
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