Hay tal cantidad de estrenos este fin de semana que lo más sensato que puede hacer un crítico de cine es irse a un balneario a leer a Proust; yo, que ya me he comido esa magdalena, tendré que buscarme un plan B…, pero mi plan B es aún más atosigante que el estreno de las quince películillas de una tacada: me voy al Festival de Cannes, donde me lloverán el triple. De todos modos, yo no diría que me he escapado de la riada de estrenos, pues me he merendado ya la mitad o más de ellos. Y sin recibir gran alimento a cambio. Podría entresacar de entre todo lo visto esa de “Rompenieves”, de Bong Joon-ho, que combina la espectacularidad de una historia futurista con un “thriller” con el catálogo de guantazos habituales y una especie de pretensión casi bíblica…
… O la de Emilio Aragón, “Una noche en el viejo México”, que tiene la cualidad de mostrarnos a un gran Robert Duvall en un relato de frontera entre patético y gracioso. También podría destacarse “Un castillo en Italia”, de Valeria Bruni Tedeschi, una historia de decadencia familiar a la que siempre podrán encontrarle sus puntos de interés los aficionados a las teorías de la desintegración…, o a los aficionados a la frescura de Valeria. Y cerraría este cuarteto de pasables la película “En un lugar sin ley”, de David Lowery, un apasionado romance con forajido al fondo que podrá engatusar a los que admiren a Rooney Mara, que siempre habrá alguno, o a Casey Affleck…
También estrenan “3 días para matar”, que firma un tal McG..., yo también ocultaría lo que pudiera mi identidad si la hubiera hecho. Kevin Costner es un agente de la CIA muy crítico con su trabajo, y mientras es tan crítico se va despachando a gente con la misma rapidez que la cartelera se irá despachando todos estos estrenos… Lo mejor que se puede decir de ella es que, a pesar de que todo está rumiado (¡Luc Besson es el guionista!), puede resultar entretenidilla… En cuanto a “Malditos vecinos”, de Nicholas Stoller, pues tiene varios kilos de gracia gamberra, uno de esos productos que combinan sin excesivo pudor el descuido, el exceso, la cochambre y la risa gorda… Si dijera que no me divertí viéndola y que no me reí varias veces como una hiena estaría faltando a la verdad.
Muy personal, pero realmente hueca en el retrato de algunos personajes, es “Las aventuras de Lily Ojos de Gato”, una historia a cámara trémola de la noche madrileña con algunos tipos que, aunque reconocibles, le dan a uno ganas de irse un rato a Silos. La firma el joven y casi primerizo Yonai Boix, que probablemente tiene cosas que contar y pulso para hacerlo. A mí, o sea, personalmente, esta Lily y sus circunstancias me dejan tan fuera del once inicial como Mou a Iker.
Y hay varios estrenos más, pero llega un momento en la vida de un hombre en el que lo más prudente es echar el freno.
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