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Blogs Una de piratas por Oti Marchante

Dama de hierro y mujer de nácar

Oti Marchante el

No era una gran actriz, lo cual le debería otorgar aún más mérito a su inmortal presencia en las pantallas. Sara Montiel tenía algo que sólo la cámara del cine sabe ver, y de ese algo se sirvió para situarse en la cima del mundo. Tener un pasado en Hollywood, aunque breve, es una proeza, y más en aquel Hollywood en el que se dejaba la huella de otros modos que poniendo la manita en un baldosín de la acera. La Sarita Montiel que perseguía a Burt Lancaster en el rodaje de “Veracruz” (ganas de correr sin avanzar, como en una cinta de gimnasio) era como una versión asilvestrada de Ava Gardner y que derrumbaba una puerta con un pestañazo; aunque donde realmente resultó demoledora su rotunda presencia fue en esas cuantas películas que siguieron a su made in Hollywood, en “El último cuplé”, “La violetera”, “Carmen la de Ronda”, “Pecado de amor”, “La bella Lola” y un puñado de melodramas de una intensidad que hoy resultan difícil de entender pero que en aquellos años sesenta fundían el asfalto de la Gran Vía madrileña. Se ha muerto al tiempo que “la dama de hierro”, de la cual podría ser su contraportada, Sarita, “la mujer de nácar” (he estado a punto de poner “hembra”, pero uno no sabe ya nunca en qué quedará convertida su idea). Tiene gracia, al menos para mí, que dos mujeres tan distintas y lejanas en todo den pie a que yo tenga que hacer dos artículos del cine que las envuelve.

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