En un lugar de la mancha… de su ropa interior, estaba la brizna de ADN que acabaría llevando a la horca a su asesino. No había más violencia aparente en la habitación que esas cortinas de un verde ofensivo y la circunstancia (inusual, por supuesto) de que ella ya era un fiambre. Pero un fiambre intocado. Nada en su cuerpo semidesnudo delataba la agresión, ni la blancura de su piel ni de su fina lencería, que era la única depositaria del móvil del crimen; o dicho de otro modo, de la pasión del hombre que ahora se remordía nervioso exactamente a cinco calles de allí. Hasta ese momento, Flavia había sido una chica… ()… Un guión no haremos, pero un cuentecito impublicable seguro que sí… Por pasar la tarde más que nada.
Una de piratas
por
Oti Marchante
Atar cabos
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