Éste no es ya el mundo de Renoir. Vivimos en otro sitio, en otras aguas desde las que mirar el puente y en otros puentes desde los que mirar las aguas. Y tal vez por eso, porque no vivimos ya en el mundo de Renoir (ni en otros muchos igualmente añorados), se puede gozar de su cine de un modo casi obsceno: sorprenderte a ti mismo enfrascado en un placer solitario e incompartible, inexplicable. ‘Partie de campagne’ es, tal vez, el mejor hilo al que atarse de por vida a Renoir. No su mejor pelÃcula, pero sà la más táctil, la más cercana a tus otros dedos, esos con los que no acabas de agarrar las cosas.
Tiene tantas pelÃculas, y sobre todo, de tantos tipos y modos (y paÃses) Renoir, que habrÃa que considerarlo en sà mismo un género, una cinematografÃa. Yo diré cuatro situadas cada una de ellas en un lugar clave de la rosa de los vientos: La Gran Ilusión, La Regla del juego, Esta tierra es mÃa y -la mÃa, mÃa- El RÃo.