Se cumple el centenario del nacimiento de John Huston, gran vividor y notable cineasta capaz de hacer grandes pelís y grandes bodrios. Rodó la última, ‘Los muertos’, de puntillas en la guadaña y le salió una obra maestra: empezó con una obra maestra, ‘El halcón maltés’, y así terminó, con otra. Parece ser que entre su lúcido final sobresale una frase que creo conveniente poner aquí, por si le fuera útil al personal. Al parecer, dijo: ‘Si volviera a nacer, naturalmente que volvería a beber, pero sólo buen vino’. He ahí un pensamiento grande, que de haberlo madurado antes quizá le hubiera servido también a algunos de sus amigos, como Bogart o Richard Burton, que se bebían hasta el agua de los floreros.
Supongo que la vida de John Huston, como la de Hemingway y otras, es el equivalente a cuatro o cinco de una persona ‘normal’. Viajó, se divirtió y padeció por media docena de seres humanos y nadie le quitó nunca lo bailado: se murió viejo y dando órdenes. Diré mis diez películas favoritas de este hombre:
‘Los muertos’, ‘El halcón maltés’, ‘Fat city’, ‘El hombre que pudo reinar’, ‘Moby Dick’, ‘La jungla del asfalto’, ‘Vidas rebeldes’, ‘Cayo Largo’, ‘La reina de África’, ‘La noche de la Iguana’ y ‘El honor de los Prizzi’.
Sé que hay once, quitad la que os parezca.