Antes de meterme en la camisa de once varas de otro festival, el de San Sebastián (donde no prometo nada, y menos ser serio), creo que merece la pena que nos detengamos un momento en ‘Salvador’, la película de Huerga que se acaba de estrenar y que tal vez haya producido diversas sensaciones y discursos. Me han gustado de ella varias cosas, principalmente su protagonista, Daniel Brühl, pero también la sencilla reconstrucción de los hechos y la época. Sobre este tipo de cine (tal y como lo deja hecho Manuel Huerga), surge inevitablemente una polémica, estéril, como tantas otras. La narración dura y escueta se desliza hacia un final duro, pero melodramático, en el que se confunde pasión, compasión, sentimentalismo y complacencia en el tópico. ¿Hubiera sido más eficaz algo más seco, más frío y lejano para abordar todo el tramo final de la ejecución?, ¿Es legítimo provocar en el espectador tales grados de ansiedad y angustia al estirar la situación dramática hasta el punto de hacerla blandear?…
Qué buena actriz es Ingrid Rubio; con que frescura, por decirlo de algún modo, resuelve sus personajes por poco que aparezcan.