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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Papel del váter por la cara

Pablo M. Díez el

En todos los sitios hay aprovechados que tienen mucha cara. Y más en China, donde la picaresca abunda tanto como en España y llega a extremos tan surrealistas como el que ha ocurrido en el parque del Templo del Cielo de Pekín, uno de los más populares de la ciudad. En este monumento, donde los emperadores hacían ofrendas al cielo pidiendo buenas cosechas, sus responsables se han visto obligados a instalar escáneres faciales en los baños para que sus visitantes no se lleven a casa los rollos de papel higiénico. A partir de ahora, quien necesite papel tendrá que sacarlo de un dispensador electrónico que registrará su rostro y no le servirá más de 60 o 70 centímetros. Para evitar abusos, no volverá a darle más papel a la misma persona hasta pasados nueve minutos.

Tras registrar el rostro, el dispensador de papel higiénico sirve entre 60 y 70 centímetros. Y nada más en nueve minutos.

Según informan los medios chinos, el motivo de este racionamiento es que muchos visitantes del parque, muy frecuentado por encantadores abuelitos que practican “tai chi” y bailes de salón en sus jardines, se aprovechan de que el papel es gratuito para arramblar con los rollos enteros. Algunos incluso llenan sus mochilas sin importarles dejar sin papel a quienes vengan detrás, que se quedan literalmente con sus posaderas al aire. A pesar de los carteles y los anuncios por megafonía recomendando usar menos papel, las existencias se acaban cada día. Para intentar frenar este expolio, en varios servicios del parque se han colocado unas máquinas con escáneres faciales a modo de prueba durante un mes y medio. Parece que el experimento ha sido un éxito porque, a tenor del periódico vespertino “Beijing Wanbao”, el gasto de papel higiénico se ha reducido en un 20 por ciento.

Pero tan sofisticado invento, más propio de la caja fuerte de un banco que de un aseo público, también está trayendo algunos problemas. Para empezar, muchos curiosos están colapsando los baños deseosos de probar el nuevo cacharrito. “Mira qué divertido y qué moderno”, le dice una madre a su hija pequeña ante una de las dos máquinas que funcionan en el baño de la entrada sur del parque. Tras registrarle el rostro, el dispensador le entrega de inmediato el papel, que sale automáticamente por la parte inferior. Otros visitantes, menos familiarizados con la tecnología, no saben qué hacer cuando la voz del escáner les indica que miren fijamente a la pantalla que tienen enfrente. Nerviosos, saludan a la cámara o buscan sin éxito los botones de la máquina para sacar el papel. Aunque, en teoría, el dispensador debería suministrarles el papel en tres segundos, a veces tarda hasta medio minuto y se forman algunas colas ante los servicios.

Miles de personas acuden cada día al parque del Templo del Cielo para practicar “tai chi” o bailes de salón.

Enfadados por la tardanza, los más apremiados por la necesidad incluso la emprenden en ocasiones a golpes con la máquina cuando ya no pueden esperar más. “Esto es irritante, se rompe enseguida”, critica otra señora, que parece asidua al parque, al quejarse con evidente exageración de que “a veces tenemos que esperar hasta media hora”. Como el escáner está situado a una altura de 1,60 metros, otro problema es para quienes sean muy bajitos. Plantada ante la máquina, una anciana que apena medía metro y medio se ponía de puntillas para intentar que sus ojos llegaron el lector, pero resultaba imposible. Mientras tanto, en el baño de la puerta norte se había roto el escáner y sus usuarios se conformaban con hacerle fotos con el móvil. Al lado de la máquina apagada, el rollo que colgaba del dispensador de toda la vida recordaba que la tecnología que nunca falla es la manual.

Como no podía ser de otra manera, tan curioso invento está siendo ampliamente comentado en las redes sociales chinas. Mientras unos se congratulan por esta modernización de los baños públicos, que en muchos lugares de Pekín no son más que un agujero en el suelo, otros tildan de miserables a quienes roban algo tan nimio como un rollo de papel higiénico. Más allá de la alarmante falta de civismo que sufre China, en este país se han pasado tantas necesidades que muchos de sus habitantes, sobre todo los más mayores, se han acostumbrado a vivir con lo mínimo para ahorrar todo lo que puedan por si vienen tiempos peores. Y así, rollito a rollito, se van llevando el papel del váter por la cara, que ahora se les quedará retratada en los escáneres.

 

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