Uno de los grandes iconos de la canción francés que resumía su vida con “Pasión, combate, amor y alegría intensa”. Los filósofos y escritores que se afincaron en el barrio parisino de Saint-Germain-des-prés la tildaron como la gran musa del existencialismo. Se codeó con gente como Jean Paul Sartre, Albert Camus o Maurice Merleau-Ponty; a quienes sirvió de inspiración y con los que se sintió una mujer libre. Cantaba, actuaba y se divertía dentro del mundo de la cultura francesa moderna. Una diva del sentimiento bohemio de la capital de Francia que se subía a los escenarios vestida de oscuro, con los ojos bien subrayados y una manos finas y blancas. Allí deleitaba en los cafés y teatros al público con su repertorio al son de “Si tu t’imagines…”, “La Javanaise” o “La Rue des Blancs-Manteaux”. Una dama negra que tenía mucho que decir.
Aunque murió en su casa de Ramatuelle en septiembre de 2020 rodeada de su familia a los 93 años de edad, Juliette Gréco nació en Montpellier un 7 de febrero de 1927 en el seno de una familia adelantada a su época cuyos padres, de izquierdas, se mostraron resistentes a la ocupación nazi. Era una niña que amaba la danza y que se crio con sus abuelos. Su madre y su hermana fueron detenidas por la Gestapo en 1943, y ella con 16 años pasó tres semanas en prisión. Las experiencias de su infancia quedaron recogidas en la autobiografía que publicó en el año 1983 llamada “Jujube”, un apodo por el que era conocida de pequeña. “Escribir fue extremadamente cruel para mí, muy violento, me gusta escribir, pero no me gustó rebobinar la película. Tampoco quería que lo hiciera otra persona, así que lo hice yo” fueron las palabras de la artista quien tras salir de la prisión de Fresnes se ubicó en una pensión de Paris en el barrio de Saint-Germain-des-prés. Le dijo a Le Monde en una ocasión: “me puse a cantar Over the Rainbow, porque entonces la música americana estaba prohibida”. Un lugar donde el talento de los artistas que allí se congregaban se apoderó de la ciudad que tras la Segunda Guerra Mundial buscaba la libertad en base a las humanidades y las artes.
En el año 1954 cantó en el Olympia “Jolie Môme” y se consagró, junto a ello interpretó música a poetas de su época como Raymond Queneau y Paul Éluard. También versionó temas de gente como Léo Ferré, Serge Gainsbourg o Georges Brassens. Fue una mujer referente de la canción popular francesa, la Chason, que se hizo protagonista del círculo intelectual de su país. Una diva de 1,65 metros de altura que en tiempos de posguerra empezó una carrera artística de siete décadas, pues no se retiró hasta la edad de 89 años. Los clubs nocturnos del París liberado fueron lugar de encuentro entre su música y las relaciones amorosas. El cabaret Le Tabou era testigo de las reuniones en las que divertía a sus amigas Simone de Beauvoir y Marguerite Duras.
Hasta tres matrimonios tuvo, el primero de ellos con un actor llamado Philippe Lemarie, que fue muy breve. El segundo con Michel Piccoli, otro actor; y el tercero un antiguo pianista y amigo del cantautor belga Jacques Brel, llamado Gérard Jouannest. Antes de todas estas relaciones vivió un intenso romance con el trompetista de jazz, Miles Davis, a quien conoció en 1949 cuando el estadounidense estaba en Francia tocando junto a su banda. Para Davis, Juliette fue una mujer esencial en su vida, ya que le enseño lo que era el amor. Coincidieron en una tertulia en la que se encontraban Sartre y Picasso, y hasta que se marchó a Norteamérica estuvieron juntos. Miles estaba casado y tenía dos hijos. El artista se refugió en la heroína, y cuando fue Juliette a Nueva York a verle, la magia se había perdido. Durante ese tiempo en París les gustaba pasear por el Sena, besarse, ir de la mano y mirarse fijamente a los ojos. Eran dos veinteañeros.
La figura de Gréco fue esencial en la canción francesa, una mujer que supo sobrevivir al paso del tiempo gracias a la libertad. El cine le dio la oportunidad de interpretar en la gran pantalla y aumentar su fama, pero los versos que salían de su boca en las noches de ceniceros llenos y luces tenues no tenían punto de comparación. Una diva moderna y adelantada a su época que se codeó con la generación más potente de las humanidades europeas, y además lo hizo en la capital mundial del arte de mediados del siglo XX.
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