Ancelotti es el presente. Zidane será el futuro entrenador del Real Madrid. No tiene fecha. Sí posee un camino que él mismo ha trazado. En el Real Madrid gusta su personalidad. Tozudo, que no cabezón, convencido, que no cerrado, se piensa mucho las cosas. Y cuando las tiene claras, meditadas, va a por ellas con sus ideas y no escucha a nadie. No se deja influir. Ha tardado varios años en decidir qué haría en el futuro. Nadie esperaba que quisiera ser técnico. Tomó una elección que dejó a muchos sorprendidos. No conocían a Zinedine. Decidió inmiscuirse en un mundo difícil, duro, esclavo, de trabajo diario, dependiente siempre del rendimiento de los futbolistas. Y ha demostrado que sabe lo que quiere y que sabe lo que hace.
El Castilla juega bien, porque el francés es amante del fútbol ofensivo y práctico. Y la suplencia de Odegaard es la prueba de su carácter. El noruego, aconsejado por su padre, desea entrenarse habitualmente con Ancelotti y la primera plantilla. Y cuando regresa al filial está desconectado del juego. No tiene movimientos estudiados, asimilados, con Burgui y otros compañeros. Su concentración con la selección noruega también le alejó del Castilla durante dos semanas. Y Zidane optó por no alinearle. Buscará otras formas de introducirle en la coordinación del juego del equipo. Martin rendirá tarde o temprano, pues su calidad es indiscutible. No es el tema. Lo importante es que el francés corta por lo sano y no hace populismos ni concesiones a la galería.
Esa seguridad en lo que hace es un pasaporte de su valía para llegar a lo más alto. El objetivo tranquilo de Zizou es dirigir al Real Madrid. Su jerarquía como jugador es un punto de partida para gestionar un vestuario con egos. Él los vio y los vivió vestido de corto. Conoce esos egoísmos. En clubes como el Real Madrid, esa es una asignatura que muchos deben aprobar y que Zidane superó con sobresaliente hace una década. Y esas lecciones no se olvidan. Nunca.
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