No hay crisis, hay situaciones que permiten las revoluciones necesarias. Mientras el madridismo popular se debate en las derrotas sin solución de continuidad, los dirigentes deben tomar medidas para aprovechar el ocaso y realizar los cambio radicales que no se harían si los golpes no son fuertes. Sucedió con el mejor equipo de la historia, el Real Madrid de Di Stéfano, y los jefes de la entidad han de aprovechar este K.O. técnico del segundo mejor equipo de la historia, este Real Madrid que ha ganado cuatro Champions en cinco años, para realizar el cambio necesario.
En 1964, Miguel Muñoz expuso a Bernabéu que Di Stéfano no podía seguir siendo el delantero titular del equipo y señaló al presidente que si no lo consideraba así, él debería dejar el cargo de entrenador. El presidente dijo que Muñoz continuaba y quien debía aceptar que su época se había acabado era el delantero más grande de la historia. La revolución llegó al instante. Pirri, Zoco, Velázquez, Grosso y Sanchís definieron el nuevo Real Madrid, que ganó la sextas Champions, en 1966, y marcó otra época. Ahora vivimos la misma catarsis, la imprescindible catarsis.
El club blanco ha de aprovechar la situación para desprenderse de hombres que ya no le ofrecerán un buen rendimiento. Y hablo muy claro: Bale, Marcelo, Isco y Kroos deben ser traspasados. Y Modric, 33 años, también puede irse si acepta una buena oferta, aunque su marcha exigiría la adquisición de otro director de juego de gran nivel.
A la vez, la entidad debe fichar un ariete puro, dos centrocampistas y un central de categoría. La catarsis está clara y hay que acometerla. Elegir el entrenador adecuado que dirija el cambio es prioritario. Low lo haría muy bien, pero debe abandonar la selección alemana para hacer una labor que exigiría tres años. Pochettino y Allegri también están capacitados para dirigir un cambio. Y Zidane lo haría muy bien si decidiera volver.
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