Tomás González-Martín el 13 sep, 2014 Quien no conoce al Real Madrid no puede entender que en la celebración de la undécima Champions, en Lisboa, se hablara ya del anhelo de conquistar la siguiente. Quien no ha ganado la Copa de Europa no comprende la ansiedad de victoria infinita de esta entidad. Un club normal que gana la Liga de Campeones la festeja al máximo, sin pensar en otra cosa, porque puede ser la última vez que le levante. Para muchos jugadores, para la gran mayoría, es la única en su carrera. Para el Real Madrid, triunfar en una es el enésimo acicate para querer obtener la siguiente. Hay que asimilar la historia. Conocerla. Comenzó hace 59 años. El club blanco fundó la Copa de Europa en un hotel de París en 1955, de acuerdo con el periódico L’Equipe y un periodista visionario. Creían los franceses que el equipo español sería un gran rival para engrandecer los éxitos del Stade de Reims de Kopa. Y Di Stéfano, Gento, Rial, Marquitos y el resto de grandes futbolistas del club madrileño escribieron la mejor historia del fútbol jamás contada. Ganaron la primera edición en 1956 y desde ese momento se conjuraron para volver a ser los números uno en 1957. Vencieron en 1957 y se consolidaron como el enemigo mundial a batir. Y se conjuraron para triunfar también en la final de 1958. Ficharon a Kopa para hacer todavía más glorioso al equipo. Y ganaron igualmente en 1958. Y se fundieron en otro abrazo para levantar también la Copa de Europa de 1959. Llevaban cuatro títulos consecutivos y los recibimientos en la capital de España eran siempre espectaculares, con la carretera invadida de seguidores desde el aeropuerto de Barajas hasta llegar a la ciudad. La quinta Copa de Europa se enarboló con la leyenda del mejor partido de la historia. La BBC emite cada año este partido, antes de la final del torneo, para rememorar la grandeza de la competición. Sucedió en Glasgow. El 7-3 al potente Eintracht de Francfort es inolvidable. Cuatro golazos de Puskas. Tres de Alfredo. Los dos juegan ahora en el cielo contra Kubala y Zcibor. Marquitos se vistió con una falda escocesa. Cinco trofeos seguidos hicieron majestuosa a la Copa de Europa. Y mitificaron al Real Madrid. Después llegó la sexta, en 1966, con Pirri y Amancio. Y se tardaron 32 años en coger la Séptima, con Mijatovic. Comenzó entonces una reedición de esa ansiedad por ganar más Champions. Llegó la Octava, ante el Valencia, en el año 2000, con el golazo de Raúl ante Cañizares y Djukic. Y la Novena, en 2002, con el trallazo de Zidane por la escuadra, una diana que ha pasado a ser la imagen celestial del torneo. Ocurrió de nuevo en Glasgow. Por fin, este año, doce años más tarde, en Portugal, en la casa de Cristiano, Pepe y Coentrao, se alcanzó la Décima, gracias a un Ramos portentoso. Y nada más conseguirla, el central sevillano dijo que ya pensaban en la Undécima. Es la historia inasequible de este club. Siempre se exige más, porque Di Stéfano, Puskas, Kopa, Marquitos, Muñoz, Santamaria, Santisteban y Gento generaron una competitividad de triunfos que ha marcado el ADN del Real Madrid. Nunca se conforma. Nunca se aburguesa. Vence y ya debe meditar en el siguiente éxito. No puede dormir en laureles. El martes empieza la escalada hacia la Undécima. El Basilea es el primer rival. Y el equipo ya sueña en quien será el contrincante en la final de Berlín. Otros temas Comentarios Tomás González-Martín el 13 sep, 2014
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