Cuando sonaron los chasquidos de su rodilla se sintió solo, abandonado. Aquel 24 de julio, un choque con Aubameyang en el estadio de Maryland significó la rotura del ligamento cruzado anterior y del menisco externo de la rodilla izquierda. Asensio pidió socorro tumbado en el césped. Su miedo le hizo solicitar explicaciones desde ese momento, en la hierba. Quería saber si estaba roto de verdad o si únicamente era un susto. La pierna no respondía y eso indicaba que la lesión era grave. Lo presagiaba. Así fue.
«En ese momento me quedé en estado de ‘shock’», reconoce el mallorquín. «No sabía lo que me pasaba, miraba a todos. Hasta que supe que debía asumir la realidad, aceptarla». Comenzaba otra misión, volver a jugar al fútbol. Zidane pedía un jugador en julio. Ha vuelto once meses después.
«Vísteme despacio que tengo prisa». Había que tomar decisiones con serenidad para que todo saliera bien. Eligieron quien le operaba. El doctor Manuel Leyes, junto a lo médicos del Real Madri. Cuando el balear marcó el golazo nada más reaparecer, fue una de las personas que más se alegró. Intervenido el 7 de agosto, aquel día nació un proceso de recuperación de once meses que acabó el jueves.
«Tienes ayuda, pero eres tú mismo el que lo tiene que superar», señala el futbolista. «Debes encontrarte a tí mismo». Esta frase, majestuosa, define lo que se sufre durante un año apartado de las fotos, sin saber si regresará a ser tan competitivo como antes. Mucho dependía de su entrenamiento, de su cuidado, de su alimentación, de su sacrificio.
«No hay que tener prisa, esto lleva su ritmo», señalaba Florentino Pérez. Han sido trescientos treinta días con jornadas de cinco sesiones, de miles de horas en la piscina dando pedales sobre la bicicleta, de ejercicios en el agua para recuperar la movilidad de la rodilla y adquirir potencia muscular. «Tienes que saber donde quieres ir», indica Asensio.
Tras seis meses de trabajo secreto en Valdebebas, con los readaptadores y los fisioterapeutas al lado, pisó el césped el 24 de enero. Tres días más tarde tocaba el balón, disparaba a puerta y marcaba goles por la escuadra similares al anotado frente al Valencia. «Me desafiaba a mí mismo para demostrarme que yo podía con esto y con todo lo que se me pusiera por delante». Se le saltan las lágrimas cuando hace memoria del largo trayecto. Se guarda lo que ha soportado lejos de las candilejas. Pero desde mayo se escuchaba este susurro en Valdebebas. «¡Cómo se ha recuperado! ¡Cómo ha trabajado! Está fino, perfecto, listo para jugar ya». Miren si lo estaba.
Amancio, mito del madridismo, vivió en el Real Madrid dos etapas parecidas a la superada por Asensio. «Estuve siete meses sin jugar por una entrada de Torrens, en un partido Barcelona-Real Madrid, que me afectó al tendón peronéo y a la cápsula del maleolo. Y años más tarde sufrí la entrada de Fernández, que me rompió el cuádriceps por completo. Otros cinco meses sin fútbol. En ambos casos la sensación en la recuperación fue la misma. Tienes dudas cuando vuelves, juegas con prudencia, vas al choque con el temor a hacerte daño. Asensio disipó esas dudas de golpe. Primer balón y golazo. Ideal. No hay mejor forma de reaparecer». La Liga de Tebas recuperó a un gran jugador.
Balón de bronce en 1964, el delantero que ganó la Eurocopa ese año destaca que la clase nunca se pierde. Es fundamental asumir la lesión: «Debes tomarlo como gajes del oficio y ponerte a trabajar para volver al fútbol. Asensio es un gran jugador, de mucha calidad, y esta incertidumbre de las competiciones le ha venido muy bien porque ha podido regresar al equipo y tiene partidos por delante. Ahora debe pensar que la lesión fue una muesca de guerra y ya está».
El doctor Pedro Luis Ripoll, especialista en todas las ramas de la medicina deportiva, señala una virtud esencial en la recuperación del mallorquín: «La cabeza. El cerebro es el órgano que hace al campeón. Todo depende de la concentración de lo que se está haciendo para volver a ser el de antes. Asensio ha aprovechado bien su rehabilitación, con el trabajo de los fisioterapeutas durante varios meses, y su readaptación al juego, que supuso otros meses. Lo importante para la reaparición es el control de la cabeza de la rodilla afectada, la propiocepción. Cuando saltas, cuando te mueves, tu cuerpo protege las articulaciones, aunque tú no te des cuenta. En este caso, su cabeza sabía que debía proteger su rodilla».
El doctor especifica cómo «se entrena» este comportamiento: «Tienes que readaptarte al juego, controlar tus gestos en los movimientos, recuperar tu seguridad. Y todo pasa por tu cabeza».