“El único lujo que continúa siendo auténtico es el tiempo para cuidarse uno mismo”. Sabia frase (y lema) de Juan Arance, el “alma pater” de estos retiros de desintoxicación física y mental de altísimo nivel, que se viven en enclaves mágicos, en distintos lugares del mundo: un riad en Marrakech, una villa de la Toscana, una casa de campo en el Algarve, un chateau en el sur de Francia, un chalet de madera en los Alpes… Y en este último destino es donde he podido vivir, en primera persona, la experiencia de hacer click, y “resetear” mi disco duro, de la mano de The Green Shelters.
Estas escapadas de lujo empezaron a gestarse en la mente de Arance cuando todavía trabajaba en el mundo de la moda (fue durante más de una década responsable de las colecciones de accesorios de Chanel, Kenzo, Louis Vuitton y Lanvin), y tomaron forma hace un año, cuando este andaluz afincado en Paris, decidió dar un giro a su carrera, y dedicarse a un nuevo estilo de vida que le permitiese olvidarse de las prisas, y prestar más atención al cuerpo y a los sentidos. Y, sobre todo, compartir su aprendizaje vital, filosofía y experiencias con otras personas. Según me contó antes de arrastrarme a esta aventura, existen múltiples estudios psicológicos y antropológicos, que demuestran que cada vez más personas sienten la necesidad de reencauzar su estilo de vida hacia uno menos estresado, más humano, saludable y equilibrado, reaprendiendo a escucharse y cuidarse. “Pero siempre lo dejan para mañana”, se quejaba. Y estaba en lo cierto, porque yo misma, cuando Arturo Gil Bordés (de su agencia de comunicación, me propuso hacer este viaje, estuve a punto de rechazarlo “por falta de tiempo”. Pero me acordé de la queja de Juan, y decidí que yo no iba a dejarlo para mañana!!
Así que cogí un avión y me planté en Ginebra, y de allí me llevaron en coche hasta un refugio en el valle de Hauteluce, uno de los más bonitos de Los Alpes franceses, con el Mont Blanc como telón de fondo.
La casa era una maravilla que hacía honor al nombre de los retiros: Green (todo era muy “verde”, orgánico, de madera natural..) y Shelters (que significa espacios para cobijarse o guarecerse de las inclemencias).
El emplazamiento y el ambiente no podían ser más propicios para la desconexión.
Y los cuartos parecían sacados del cuento de Heidi.
En cuanto me presentaron al equipo, supe que iba a disfrutar (y aprovechar) al máximo de mi estancia allí: una cocinera experta en cocina vegana, raw y macrobiótica, una doctora en Naturopatía, una profesora de yoga, mindfulness y meditación, y una masajista/osteópata (a la que exprimí al máximo)
En la casa había otras dos huéspedes encantadoras, una francesa que trabaja en una conocida firma de lujo francesa, y la directora de una revista de “lifestyle” suiza. Como me contó Juan, no es raro coincidir con gente de diferentes países, porque esta empresa es tan cosmopolita como su creador. “Pero ojo, coincidir no significa hacer plan conjunto. Aquí cada uno va a su aire. Sin presiones, que todo está pesado para que nada nos estrese”. Y así fue.
El foco central de mi retiro era hacer una ‘cura’ detox de 3 días (aunque la mayoría de los clientes prolongan las estancias hasta un máximo de 7 noches), el tiempo mínimo que necesita nuestro organismo para limpiarse y cargarse de energía.
El programa se basa en 5 pilares (el único obligado es el primero, que no olvidemos que se trata de una depuración alimentaria):
1-Dieta. Me dieron a elegir entre dos opciones: Juicing Detox (a base de zumos prensados en frio y smoothies de hortalizas y frutas) o Gourmet Detox (platos 100% vegetarianos elaborados para facilitar la digestión y eliminar toxinas). Y, como a mi lo que me gusta es comer bien, elegí la segunda opción, que fue todo un acierto. La cocinera – guapísima, por cierto- conseguía que unos platos hipocalóricos parecieran delicatesen. ¡Si nos hizo hasta un cheese cake sin lactosa y un brownie sin harina!! Estos son algunos ejemplos:
– Ensalada de naranjas con aceite de oliva, pistachos, piñones, achicoria y cilantro.
– Noodles veganos con brocoli, semillas de sesamo y soja
– Verduras asadas de invierno con hierbas
– Puré de aceite de oliva, setas salteadas y salsa cruda de perejil
– Peras pochadas con una salsa de reducción de hibisco
– Arroz con leche de arroz, perfumado con cardamomo y granada
Comí tan bien y tan “limpio” que en ningún momento eché de menos ni el café (que soy bastante adicta), ni el vino (que me gusta que me acompañe en las comidas de los momentos de relax y disfrute), ni las patatas fritas (mi aperitivo casi diario). Los sustituí muy fácilmente por infusiones (había una “barra” de hierbas y especias para elaborar mis preparaciones a medida), agua “enriquecida” (presentada en jarras con hojas de hierbabuena o con limón, y ya he copiado la idea) y frutos secos (tenían cuenquitos de todas las variedades dispuestos por la casa, para saciar los posibles ataques de hambre).
2- Yoga. Todos los días empezábamos la mañana con una clase de yoga y meditación de una hora y media, y se repetía por la tarde. Y aunque era opcional, yo no me perdí ni una. Sé que hay muchos escépticos que creen que no es más que una disciplina de hippies, pero los neurólogos occidentales han confirmado que proporciona una serie de beneficios más ‘pragmáticos’ relacionados con el bienestar físico (equilibrio, mejora de la postura, flexibilidad articular…) y mental-cerebral (ayuda a mejorar la capacidad de concentración al restablecer ciertas conexiones cerebrales).“Todo ello, siempre y cuando en su práctica se incluya la concentración y el control de la respiración, porque sin ello, el yoga se convierte en una mera clase de stretching, que es lo que ocurre en la mayoría de gimnasios”, como explicaba la profesora (muy buena, por cierto).
3- Talleres. Charla de naturopatía, taller de zumología, una clase de cocina “veggie”… La idea, más allá de hacer de mi una vegetariana conversa o enseñarme a cocinar en un par de horas (ardua tarea, para mi que no sé freír un huevo), era que me ‘llevara puestos’ unos tips esenciales para incorporar a mi alimentación cotidiana, haciéndola más saludable y equilibrada. Aprendí las diferencias para nuestro organismo de tomar zumos o batidos, el por qué de eliminar la fruta y el café después de las comidas, cuáles son y cómo emplear los súper alimentos antiaging en la dieta, y muchísima cosas más que os contaré en mi siguiente post (no os lo perdáis, que de verdad va a ser muy interesante), que si no, en este me eternizo.
4. Masajes y baño nórdico. Todos los días, en mi habitación, me daban una hora de masaje anti-estrés (podía escoger entre relajante, cráneo sacral, de pies o de tejido profundo) o “detox” (drenaje, masaje abdominal, reductor o exfoliante). Sin palabras…
Pero la guinda fue el baño nórdico al anochecer, en una cuba de madera, al aire libre, con el agua calentada con las brasas de la leña, a la luz de las velas, y mirando la cima del Mont Blanc. Creo que sobran los comentarios…
5. Actividades al aire libre. Como no podía ser de otra manera en un enclave como este, nos ofrecieron la posibilidad de hacer senderismo, trekking o esquí. Pero yo opté por dar un largo paseo en solitario, y el resto del tiempo, leer en mi terraza, disfrutando del paisaje y del silencio.
¿Hace falta que os explique en qué estado de paz, relax y ligereza volví a Madrid?
Y no. No me he “convertido” al vegetarianismo, pero he añadido (y quitado) muchas cosas en mi vida que me están ayudando a tener lo que ellos llaman una “higiene vital”.
Gracias Juan (y A-List) por estos días de detoxificación y reequilibrio físico y mental, en un lugar de ensueño.
Precios de los retiros detox: 990€ /3 noches por persona. 1.380€ /4 noches por persona. 2.240€ / 7 noches por persona.
PD: Para los más ocupados hay formatos de 1 ó 2 noches, con timings más condensados y precios más ajustados (a partir de 150€ /noche por persona), cerca de las principales ciudades europeas con aeropuerto, para que el transporte les ‘robe’ el tiempo mínimo. Lo que no cambia es el nivel de los entornos, que son también excepcionales: una espectacular masía en pleno Ampurdán, una casa de diseño minimalista en la sierra madrileña o un chateau rodeado de jardines próximo a París. Y para quienes buscan un plus de exclusividad, organizan retiros de ‘alta costura’, confeccionados a demanda y a medida. ¿Un ejemplo? Disfrutar toda la familia de una semana de yoga, relax y healthy-food en una isla griega. ¿Se puede pedir más?
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