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Blogs Tareas pendientes por Maria C. Orellana

Si, pero ¿no había nadie más?

Maria C. Orellanael

 

Me envía mi cuñado por whatsapp una acertada cita de Erin Ruberry, periodista digital y bloggera americana, que proclama a Hillary Clinton como la mejor prueba de que una mujer puede trabajar duro y llegar hasta lo más alto en su profesión y todavía tiene que competir por el puesto contra un hombre menos cualificado.

Aunque comparto con Erin que el currículo de Clinton es mucho más solvente frente a un Trump patán y mamarracho que me avergonzaría llevar a una reunión de amigos (cuanto más verlo como presidente de la nación democrática más importante del mundo en el terreno político) no puedo evitar preguntarme ¿y no tenía el partido demócrata a ninguna candidata más que la esposa de quien ya fuera presidente?

Hillary tiene un historial profesional de peso: licenciada en derecho, asesora parlamentaria en temas legales, primera mujer nombrada socia en la firma de abogados en la que trabajó al inicio de su carrera, primera mujer en presidir la Corporación de Servicios Legales, también integró consejos directivos de varias corporaciones. Incluso como primera dama no se limitó a plantar lechugas y sonreír como “esposa de”, sino que trabajó duro en diferentes iniciativas políticas como el fallido plan de salud Clinton. Después fue la primera mujer senadora de Nueva York y llegó a ser secretaria de estado con la administración Obama. En otro terreno, pero que afecta enormemente a su vida pública, personalmente admiro que saliera indemne del marrón de su marido con la becaria, lo que es una muestra más de su fortaleza de ánimo.

Pese a este incontestable recorrido profesional, estoy convencida de que en Estados Unidos hay cientos de mujeres profesionales preparadas, honestas y comprometidas que habrían hecho con todos los honores el papel de, como es de prever (salvo que el próximo martes los electores americanos vayan a votar tras haberse fumado la moqueta) ser la primera mujer presidente de los Estados Unidos de América. Como ejemplo de mujer presidenciable, me viene a la cabeza la impecable imagen de Condolezza Rice, quien fuera secretaria de estado como Hillary, pero de cuyo cónyuge o pareja, si la hubiera, nunca hemos oído hablar.

Y es que en política las sagas familiares no me gustan, lo siento. Me da igual que sean padres e hijos, como los Bush, hermanos como los Castro en Cuba, esposos como los Kirchner en Argentina.

Ana Botella se quedó en el anecdotario de su falta de locuacidad y el relaxing cup of café con leche, pero muchos opinan que fue mejor gestora al frente del ayuntamiento que su predecesor en el cargo, y claramente mucho mejor que la “yaya” que dirige hoy nuestra ciudad a golpe de ideas felices movida por los hilos de sus asesores. Pero Botella era la esposa de un ex presidente y eso, a mi juicio, ya deslucía sus méritos, extendiendo una sombra de duda respecto al posible enchufismo.

Algunos dirán que mi postura limita las posibilidades profesionales de las esposas de los políticos relevantes; es cierto, pero el mundo no es perfecto, ni justo, ni va a serlo. Si ya has sido la primera dama de la nación, deja paso para la presidencia a otra mujer cualificada, que las hay.

 

Puedes seguirme en twitter @mariac_orellana

 

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