Acompañado de varios mandos policiales, el delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha, Jesús Labrador, visitó hace unos días una clase de 6º de Primaria en el colegio de los Maristas de Toledo para participar en una charla sobre prevención del uso de internet. Aunque Toledo y el resto de ciudades y pueblos de Castilla-La Mancha son delictivamente «tranquilas» en cuanto a casos de acoso a menores a través de la red, hay que saludar una iniciativa mediante la cual ya se han ofrecido mil charlas de este tipo en colegios de la región. Pero mucho me temo que los más jóvenes, esos cuyos teléfonos móviles han mutado en prolongación de sus extremidades superiores, -incluso durante el sueño-, están a otra cosa. Para ellos, internet es un simple vehículo digital con el que salir todos los días con la pandilla virtual, ese grupo inmenso de amigos con los que siguen hablando al llegar a casa con frenéticos movimientos de dedo. «¡Niño!, ¿quieres dejar el móvil mientras cenas?», grita mamá. Nada mejor que esta foto del poeta toledano Hilario Barrero, catedrático de Literatura de la Universidad Pública de Nueva York y colaborador de Artes&Letras de Castilla-La Mancha, para ilustrar este fenómeno. En una impresionante sala de la National Gallery de Washington, personajes de Velázquez y Murillo son testigos mudos de una curiosa escena: un grupo de jóvenes sentados en un sillón, todos ellos con su móvil en la mano, ajenos a la extraordinaria belleza pictórica que les rodea. El móvil, descanso del guerrero adolescente en la batalla del museo.