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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

El victimismo ofendido

José Manuel Otero Lastresel

Según el diccionario de la RAE por “victimismo” se entiende “tendencia a considerarse víctima o a hacerse pasar por tal”. Y por “víctima”, en su tercera acepción, se entiende “persona que padece daño por culpa ajena o por causa fortuita”. Partiendo de estos dos significados, y sustituyendo la palabra “daño” por la más amplia de “infortunio”, formulo mi propia noción de victimismo caracterizándolo como la tendencia que tienen aquellos que simulan padecer suerte desdichada o fortuna adversa por culpa ajena o por causa fortuita. Las notas de los victimistas de los que hablo son, pues, la mala suerte causada por otros o por el destino. Porque el victimista al que me refiero nunca tiene culpa de lo que le pasa.

Hasta hace algunos años, ser victimista vestía muy poco. La mayoría, lejos de frecuentarlos, solía darles esquinazo. Pero se trataba de una actitud que si bien no era compasiva, tampoco solía traspasar los límites de la omisión: frente al victimista se trataba simplemente de abstenerse, de no hacer nada con él, salvo la tal vez poco caritativa actitud de rehuirlo.

Pero las cosas han ido cambiando. De la admiración por el vencedor se ha ido abriendo paso el ritual de la generosa comprensión con el perdedor. Porque es mucho más difícil y exigente hacer todo lo posible por ganar que dejarse ir en la fácil atmósfera de compresión con el perdedor

Como ha escrito certeramente Daniele Giglioli, “la víctima es el héroe de nuestro tiempo. Ser víctima otorga prestigio, exige escucha, promete y fomenta reconocimiento, activa un potente generador de identidad, de derecho, de autoestima. Inmuniza contra cualquier crítica, garantiza la inocencia más allá de toda duda razonable. ¿Cómo podría la víctima ser culpable o responsable de algo?”.

El siguiente paso en este camino de redención del perdedor ha sido en convertirse en ofendido. En su columna Patente de Corso del último XLSemanal, Perez-Reverte, bajo el título “Ofendidos del mundo, uníos”, escribía “si el mundo fue primero de los brutos, luego de los ricos y después de los rencorosos inteligentes, hoy pertenece a los ofendidos y a los grupos de presión que los controlan. Mostrarse ofendido es garantía de integración social. ¿Quién va a resistirse, cuando hace tanto frío fuera?”.

Y es que bien miradas las cosas la combinación de considerarse víctima del infortunio con sentirse ofendido es perfecta: como dice Giglioli, al no responder de nada la víctima no tiene necesidad de justificarse y por ello “es el sueño de cualquier tipo de poder”.

El número de los victimistas ofendidos es mucho mayor de lo que creemos. Pero no es fácil descubrirlos, porque son hipócritas y suelen revestirse de una especie de  falsa virtud, que engaña a los distraídos. Se trata de una perturbación del ánimo que solo anida en las almas propicias. El victimista ofendido es una persona sin generosidad, que reacciona generalmente contra el destino. No sólo es incapaces de agradecer lo que se hace por ellos, sino que acaban por transformar los favores que reciben en combustible de su rencor. Lo cual se debe a que el victimista ofendido padece una desarmonía entre su capacidad real para triunfar y la que él se atribuye. Por eso, el fracaso es fruto del destino o culpa de los demás, nunca de ellos mismos; y el eventual triunfo, lejos de curarlo, lo empeora, ya que lo reafirma en la justificación de su ofendido victimismo.

Sociedad José Manuel Otero Lastresel

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