No sé si alguien ha aojado a España, pero lo que nos viene sucediendo últimamente es para pensarlo. Y no me refiero a que se vayan a celebrar cuatro elecciones generales en cuatro años; ni tampoco a que la dilución del bipartidismo haya acabado por volar la estabilidad que trajo la democracia; ni a que, ante la ausencia de propuestas, nuestros políticos de izquierdas de hoy estén reavivando la confrontación fraticida que habíamos superado con la ejemplar transición; ni a que se esté intentando cambiar la Historia por una Ley. Que también.
Me refiero ahora a que ayer EH Bildu registró en el Parlamento vasco un proposición no de ley para vetar la presencia en el País Vasco de Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal en la venidera campaña de las elecciones generales. Si le pretensión es sorprendente por absurda, todavía lo son más las razones en las que se apoya: según ellos se trata de “no tensionar la convivencia” y “evitar incidentes y momentos violentos”.
Creo que no me equivoco ni un ápice si afirmo que, tal vez salvo en Cataluña, en ningún otro lugar de España la presencia de los tres líderes mencionados tensiona la convivencia ni provoca incidentes o momentos violentos. Lo cual invita de inmediato a preguntarse ¿si de verdad temen los de EH Bildu que ocurra eso en el país vasco?
Es imposible entender las sinrazones con las toman sus decisiones los filo-terroristas, pero todo parece indicar que se creen dueños de esa parte de España. De ser así, la pregunta es ¿por qué razón piensan que el País Vasco es suyo? Es evidente que no lo conquistaron por las armas, ni siquiera después de aterrorizar a la ciudadanía con el asesinato de más de ochocientos inocentes. ¿Es posible que hayan confundido su cobarde abandono de la lucha armada y su integración en las instituciones democráticas con una especie de rendición por parte las autoridades españolas? No lo parece.
¿Por qué se atreven entonces a tomar estas iniciativas tan descabelladas? No hay que descartar que se sientan envalentonados por el constante apoyo subterráneo del nacionalismo vasco y el ocasional pactismo del partido socialista, como ha sucedido en Navarra. En todo caso, la citada proposición no de ley es tan delirante como que el zorro tratase de convencernos que se siente amenazado por las gallinas y que las culpe por ser ellas las que lo incitan a entrar en el gallinero y acabar con ellas.
Política José Manuel Otero Lastresel