En su recientísima visita a Cataluña para entrevistarse “de igual a igual” con el inhabilitado Torra, Pedro Sánchez resumió los diez últimos años de las relaciones entre la Administración Central del Estado y la Comunidad Autónoma de Cataluña con las siguientes palabras: “una década que ha arrojado «un balance lamentable» y en la que nadie ha ganado y «todos hemos perdido”. No puedo estar más de acuerdo con su diagnóstico, porque, además de haber dado en el clavo, no son en modo alguno deseables, ni ejemplarizantes, unas relaciones en las que nadie gana y todos pierden.
Sin embargo, a la hora de dispensar el tratamiento para tan lamentable situación, la lucidez del diagnóstico se convirtió en rotunda torpeza. Y es que, racionalmente hablando, no parece tener sentido alguno premiar al único causante de ese “lamentable balance”.
En efecto, de todos es sabido, que Cataluña, desde siempre, ha reivindicado una posición de primacía respecto de los demás entes territoriales que conforman el Estado español. Y sobre la base de tal situación han conseguido permanentemente un reparto privilegiado de la riqueza nacional.
En los últimos tres años, los órganos de la administración autonómica catalana han llegado incluso a declarar unilateralmente la independencia de la República de Cataluña. Y en una relación de “acción-reacción” nuestro Estado de Derecho, a través del Poder Judicial, juzgó y condenó a los dirigentes que promovieron tal vulneración de la Constitución por delitos de sedición y malversación de fondos públicos.
Pues bien, aceptando sin reserva alguna que “todos perdimos” –por lo tanto también los no independentistas- y que “nadie ha ganado” –tampoco los no independentistas- no parece racional darles a los causantes de esa situación de pérdida generalizada y de ausencia de ganancias premio alguno. No parece que premiar a los sediciosos y malversadores sea un tratamiento acertado. La solución a tan complejo problema es verdaderamente difícil, pero estoy completamente seguro de que el tratamiento que acaba de aplicar Sánchez es equivocado.
Política José Manuel Otero Lastresel