En el discurso que el Rey Juan Carlos I pronunció, ante las Cortes Generales, el 27 de diciembre de 1978 afirmó: “… si los españoles sin excepción sabemos sacrificar en la que sea preciso nuestras opiniones para armonizarlas con las de los demás; si acertamos a combinar el ejercicio de nuestros derechos con los derechos que a los demás corresponde ejercer; si postergamos nuestros egoísmos y personalismos a la consecución del bien común, conseguiremos desterrar para siempre las divergencias irreconciliables, el rencor, el odio y la violencia, y lograremos una España unida en sus deseos de paz y de armonía”.
Un somero y desapasionado repaso sobre nuestra realidad política actual permite concluir que “no hemos conseguido desterrar para siempre las divergencias irreconciliables, el rencor, el odio y la violencia”. Es verdad que durante unos treinta años, el resultado de la actividad política fue una España unida, al menos formal y jurídicamente. Y es que, tras la Constitución “de todos y para todos” como la calificó el Rey Juan Carlos I en el citado discurso ante las Cortes, resultó, como escribe hoy Pablo Casado en la Tercera de ABC, que “nos reconciliamos, el futuro venció al pasado, las ansias de libertad al miedo, la esperanza al rencor y la concordia a la ira”.
Pero en los diez últimos años no hemos logrado sacrificar nuestras opiniones para armonizarlas con las de los demás; no hemos acertado a combinar el ejercicio de nuestros derechos con los derechos que a los demás corresponde ejercer; ni tampoco hemos postergado nuestros egoísmos y personalismos a la consecución del bien común.
El resultado está empezando a ser el que pronosticaba el Rey Juan Carlos I en 1978 para el caso de que no lográramos “desterrar para siempre las divergencias irreconciliables, el rencor, el odio y la violencia”: vuelve a sobrevolar por nuestra querida España el pájaro carroñero de la división y el enfrentamiento.
Si uno de los lemas del cambio climático es que “aún estamos a tiempo de salvar al Planeta”, el de los españoles de hoy debería ser que también estamos a tiempo de recuperar la armonía de la convivencia democrática de la España constitucional. El camino es no desfallecer y seguir haciendo camino por la senda que tan acertadamente trazó el Rey Juan Carlos I en el discurso de 27 de diciembre de 1978.
Política José Manuel Otero Lastresel