La casi generalidad del pueblo dedica todas las horas del día a los quehaceres de una vida ordinaria: básicamente a alimentarse, a su profesión, a descansar, a disfrutar del ocio y a dormir. Y todo ello, por lo general, sin actuar gobernados por una idea obsesiva y casi exclusiva.
Hay sujetos, en cambio, que destinan el grueso de su día a tratar de imponer por la fuerza de las armas determinadas ideas políticas. Son los terroristas. Los que tienen por profesión la “Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos”.
A nosotros nos tocó padecer a ETA, que sembró el terror poniendo bombas y dando tiros en la nuca de las víctimas a las que asesinaron. Ellos mismos y sus seguidores a esa “valiente” acción la denominaron “lucha armada”, que sugiere la existencia de acciones de combate en las que se confrontarían entre sí Fuerzas Armadas. Pero, lejos de suceder algo de eso, fueron solo unos, los terroristas, los que usaron armas contra la población indiscriminada, y procuraban llevar a cabo sus acciones criminales sin riesgo alguno para el asesino.
Pues bien, su falsa versión de los hechos ha acabado por imponerse y han logrado que hasta el presidente del gobierno de la Nación hable de la existencia de “lucha armada”. No, presidente, no hubo lucha, sino viles y premeditados asesinatos en los que los etarras mataron sobre 850 de los nuestros sin darles la más mínima posibilidad de defenderse.
Política José Manuel Otero Lastresel