De la triste comparecencia (aunque forzada con máscara de alegría), del Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez, tras conocerse los resultados de las elecciones celebradas ayer, conviene resaltar, además del rotundo fracaso que supone perder 760.000 votos y tres escaños en unas elecciones generales convocadas para aumentar dichas cifras, la idea más importante que transmitió a la ciudadanía: que “iba a formar un gobierno progresista, liderado por el Partido Socialista”.
Aunque la expresión textual de Sánchez suscita alguna otra incógnita, como por ejemplo, si “liderar” admite o no “gobierno de coalición”, a mí lo que realmente me intriga es qué entiende Sánchez por “gobierno progresista”. Tengo claro que en la dicotomía “progresista/conservador”, Sánchez considera “progresistas” al PSOE, UNIDAS PODEMOS, ESQUERRA REPUBLICANA DE CATALUÑA, BILDU, MÁS PAÍS, CUP y el BNG. Y tengo claro también que considera, en cambio, conservadores al PP, a VOX, a CIUDADANOS, a NAVARA SUMA, a COALICION CANARIA, al PARTIDO REGIONALISTA DE CANTABRIA y a TERUEL EXISTE.
Pero ¿y al PNV y a JUNTS PER CATALUNYA? ¿Los considera “progresistas”? Y en caso afirmativo ¿por qué razón? ¿solo porque se oponen a la unidad nacional y a que la soberanía reside en el pueblo español en su conjunto? Cualquier persona medianamente enterada sabe que tanto el PNV como JUNTS PER CATALUNYA son retrógrados políticamente hablando y conservadores en lo económico. Lo primero porque el nacionalismo regional es una concepción retrógrada de España que pretende volver a opciones históricas superadas y lo segundo porque siempre fueron movimientos políticos liderados por las clases pudientes de esos territorios. A lo que cabría añadir que en nuestra democracia actual ambos partidos han pactado tanto con el PSOE como con el PP, sin que en ningún caso hicieran ascos a la distinta ideología de estos dos partidos.
A la vista de lo que antecede habrá quien se plantee si ERC y BILDU por el solo hecho de ser independentistas son fuerzas retrógradas, porque están también ancladas en el pasado. En mi opinión, en su caso predomina su pertenencia a la izquierda sobre cualquier otra condición, razón por la cual incluyo a ambos partidos entre las formaciones que para Sánchez podrían ser “progresistas”.
Pues bien, si los partidos progresistas a los que se refiere Sánchez son los indicados porque militan en la izquierda, ya sea de ámbito nacional o regional, todos sus escaños llegarían a 179, que pasarían a ser 180 si añadiésemos al oportunista Partido Regionalista de Cantabria. Es decir, que Sánchez podría conseguir la confianza del Congreso de los Diputados con el apoyo de una mayoría absoluta.
Pero esa fórmula –y por lo ya apuntado- permite dudar de si se incluiría o no a ERC y a BILDU. Y ello, porque si bien ambos partidos son progresistas porque se proclaman de izquierda y uno de ellos es hasta filo terrorista, el peso que tiene en ambos el ingrediente independentista debería situarlos alejados de la órbita constitucionalista del PSOE. Y claro si a esos 180, les restamos los 13 de ERC y los 5 de BILBU, la suma quedaría en 162, que no serán suficientes para asegurar un gobierno estable.
Así que si Sánchez opta por los partidos de progreso que no son independentistas puede que consiga la investidura, pero el gobierno no será estable. Y si pacta con todos los indicados, incluidos ERC y BILDU, aunque no habría problema para obtener la confianza mayoritaria de la Cámara, el “pastiche” político resultante induciría a pensar en serios problemas futuros de gobernabilidad y casi desde el primer minuto.
Política José Manuel Otero Lastresel