Como es sabido, el artículo 20 de nuestra Constitución, en la letra a) reconoce la libertad de expresión y en su letra d) la libertad de comunicar y recibir información veraz. La primera hace referencia a la libertad para comunicar pensamientos, ideas, opiniones por cualquier medio de difusión. Y la segunda se refiere a la libertad de comunicar hechos mediante cualquier medio de difusión general.
Como puede advertirse, mientras la libertad de expresión tiene un matiz subjetivo, toda vez que implica una valoración de una persona respeto de alguien o algo; libertad de la información contiene un significado que pretende ser objetivo. Es la diferencia que hay entre la opinión y el relato de hechos. Por eso, mientras a la libertad de expresión no puede exigírsele ninguna dosis, por muy pequeña que sea, de veracidad, a la información se el exige que sea veraz, en el sentido de veracidad subjetiva, es decir que el informante haya actuado con diligencia, haya contrastado la información de forma adecuada a las características de la noticia y a los medios disponibles. La razón de ello es que de exigirse una verdad objetiva se haría imposible o muy difícil el ejercicio de la libertad de información.
Desconozco cuáles son la razones, pero mi particular observación de la realidad actual me permite afirmar que hoy se está haciendo pasar intencionadamente opinión por información, y, lo que es más grave, por información veraz o contrastada. Lo cual supone la entronización de la mentira informativa con el consiguiente destierro de cualquier tipo de verdad. Y eso –lo cual es sumamente preocupante- no es el resultado de un descuido, sino en numerosas ocasiones como consecuencia de una estrategia política o negocial.
En el ámbito de la política, ya hace mucho tiempo que la pobre verdad ha sido desterrada y que ha sido la mentira la que ha ocupado su trono. Por referirme solo a un asunto de actualidad: los tiras y aflojas del PSOE y de Podemos en la pasada investidura fueron un ejemplo de utilización de la información inveraz como estrategia política.
Pero no solo se ha desterrado la verdad “contrastada” de la política sustituyéndola por la mentira estratégica, en otros ámbitos está sucediendo lo mismo. Por ejemplo, hay un jugador de fútbol al que desea fichar un equipo puntero de nuestra Liga en el que ya militó y no se fue de buena manera. Razón por la cual su vuelta no está resultando pacífica. Pues bien, para conseguir que dicho jugador acabe siendo aceptado por la afición, se suministra información falsa revelando el inveraz deseo del equipo rival por hacerse con los servicios de aquél. Se utiliza, pues, una supuesta información contrastada sobre un hecho, como es el posible deseo de fichar al jugador en cuestión por el equipo rival, para crear la falsa apariencia de que hay una lucha por ficharlo, cuando lo cierto es que solo uno de los equipos, en el que ya estuvo, tiene intención de ficharlo.
Tanto en un caso como en el otro, el beneficiado es el que maneja la información trucada porque la convierte en un instrumento más al servicio de sus intereses. Y el perjudicado es siempre el mismo: el destinatario de las noticias falsas. Su desconcierto es tal que ya no puede ni siquiera confiar en que los profesionales de la información traten los hechos tal y como lograron acreditar que sucedieron y no, en cambio, bajo la apariencia de cómo convendría que ocurrieran.
Política José Manuel Otero Lastresel