La variada voluntad del pueblo español expresada en las últimas elecciones generales ha hecho posible que el Presidente en funciones Pedro Sánchez, movido probablemente por razones partidistas, haya preferido volver a convocarnos a las urnas antes que exponerse a una nueva investidura. Podrá criticarse su decisión y hasta habrá quien reaccione negándose a votar el próximo 10 de noviembre. Pero ha sido la ciudadanía la que ha puesto en manos de Sánchez la posibilidad de optar por unas nuevas elecciones generales. Y es que, desde la perspectiva de Sánchez, los resultados electorales no fueron lo suficientemente claros e inequívocos como para intentar la formación de un gobierno estable y ponerse al frente del mismo.
La verdad es que los problemas que nos acucian aconsejaban tratar de formar gobierno. Y no solo los económicos. No parece dudoso que para hacer frente a los acontecimientos que se avecinan, singularmente, la sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo sobre el juicio contra los independentistas catalanes y la previsible reacción callejera del separatismo, era preferible que hubiera un gobierno plenamente efectivo y no solo en funciones.
Pero las cosas son como son y cada uno tiene a su alcance las bazas políticas que le depara la situación actual. Los independentistas van a revolverse (“mover sediciones, causar disturbios”, acepción 6 del verbo revolver en el diccionario de la RAE) frente a un gobierno central que estará más dubitativo que firme. Pero eso, vuelvo a insistir, si bien es consecuencia de una decisión inmediata de Pedro Sánchez, es una baza que ha puesto mediatamente el plural pueblo español en manos del independentismo.
Por eso, creo que no son horas ni para hacer electoralismo, ni para que cada partido intente atajar por sí solo el problema con el que habremos de enfrentarnos. Es el momento de estar unidos, tener por una vez sentido de Estado, y apoyar sin reservas al que deba afrontar las previsibles reacciones violentas de los rebeldes.
Política José Manuel Otero Lastresel