Ayer tenía el Rey don Felipe VI un reto realmente difícil. La clase política española y una buena parte de los ciudadanos esperábamos sus reflexiones en el discurso navideño de todos los años. La clase política, más que el pueblo, había llegado a un grado de enfrentamiento como nunca lo habíamos visto antes. Y es muy probable que algunos de los líderes de las distintas sensibilidades esperaran del Monarca que apoyara sus respectivas posiciones. Pero, como no podía ser de otra manera, el Rey fue neutral y cumplió escrupulosamente su misión constitucional, favoreciendo con ello la convivencia democrática.En efecto, pronunció discurso desde su posición de símbolo de la unidad y permanencia de la Nación española. Así sucedió cuando dijo que: “Nuestros valores constitucionales están enraizados en nuestra sociedad; y son por ello la referencia donde los españoles debemos seguir encontrando la unión que nos asegura estabilidad, cohesión y progreso”.
También ejerció su función arbitral y moderadora del funcionamiento regular de las instituciones cuando señaló: “Necesitamos fortalecer nuestras instituciones. Instituciones que respondan al interés general y ejerciten sus funciones con colaboración leal, con respeto a la Constitución y a las leyes, y sean un ejemplo de integridad y rectitud”.
Y nos habló como lo que es, el Jefe del Estado y el más alto representante de España cuando nos recordó que: “Somos una de las grandes naciones del mundo, con muchos siglos de historia, y los españoles tenemos que seguir decidiendo todos juntos nuestro destino, nuestro futuro. Cuidando nuestra democracia; protegiendo la convivencia; fortaleciendo nuestras instituciones”.
Como ciudadano español, muestro mi más legítimo orgullo por tener al frente del Estado al actual titular de la Corona, que en una situación política, social y económica muy convulsa, está ejerciendo con tanto sentido del Estado las funciones de la Monarquía Parlamentaria, forma política del Estado español. ¡Ojalá que todos siguiéramos su ejemplo!