Es evidente que no soy analista político, ni tampoco me adorna la cualidad de predecir el futuro. Escribo por pura afición equipado simplemente con mi sentido propio y mi manera de ver las cosas, y no puedo ocultar que tiendo más al optimismo que al pesimismo, ya sea el puramente táctico (el que busca parecerlo por si acaso), ya el real. Y ello aún sabiendo que el estado de desesperanza es más valorada por la intelectualidad que el de la complacencia.
Viene esto a cuento porque cada vez está más extendida la opinión de que la combinación entre una supuesta debilidad del Gobierno central y la actitud envalentonada y desafiante de los separatistas va a desembocar en la no muy lejana desmembración de España. Hay un cierto alarmismo que no me atrevo a calificar de injustificado, pero que me parece excesivo.
Sin negar los constantes esfuerzos a favor de la segregación que vienen haciendo últimamente los sediciosos y siendo plenamente consciente de que han iniciado un camino, que creen sin retorno, hacia una declaración de independencia, me parece que la apuesta que han hecho es tan fuerte que van a perder la partida y –lo que es peor para ellos- que se tardará mucho tiempo en que se vuelvan a dar las cartas para jugarla de nuevo.
Me explico. La gran diferencia que existe entre el momento actual y los anteriores en los que hubo tensiones separatistas es que existe la Unión Europea, que supone un entramado de intereses de tal calibre que cualquier movimiento secesionista en el interior de los Estados miembros pone en riesgo la viabilidad de la propia Subregión. Y es que en los diferentes Estados miembros están larvados numerosos movimientos “nacionalistas” que todo lo que no sea reaccionar con firmeza frente a ellos supondría encender una mecha que podría hacer saltar por los aires las libertades y principios en los que se asienta la Unión Europea.
Hasta ahora, las tentativas secesionistas apenas han desembocado en actos jurídico-políticos sujetos al control de la legalidad constitucional. Cuando se llegue a este punto, será el momento en que los separatistas se toparán con todo el rigor de nuestro Estado de Derecho previsto en la Constitución. Y si aún así decidieran proseguir con el desafío, tengo para mí que entonces la reacción de la Unión Europea sería fulminante y podría a los ciudadanos de Cataluña ante tal dilema que solo los verdaderamente enloquecidos querrían arrostrar los efectos de la segregación de España y, por tanto, la exclusión de la Unión Europea.
Sé que mi reflexión no evitará que los alarmistas de buena fe sigan creyendo que puede desmembrarse España, ni tampoco que los exaltados secesionistas prosigan con su alucinante desvarío, pero el tiempo –pasará aún bastante- dará o quitará razones. Mi opinión es que el actual desafío de los secesionistas ha ido tan lejos que va a arrumbar en España los movimientos separatistas durante mucho tiempo. Puedo equivocarme, pero ¿y si acierto?
Otros temas José Manuel Otero Lastresel