La primera acepción gramatical de “conspirador” es “dicho de varias personas: Unirse contra su superior o soberano”, “sedicioso” significa “Dicho de una persona: Que promueve una sedición o toma parte en ella”, entendiéndose por “sedición” “alzamiento colectivo y violento contra la autoridad, el orden público o la disciplina militar, sin llegar a la gravedad de la rebelión”.
Pues bien, al ver ayer las imágenes de la constitución del Parlamento de Cataluña y, sobre todo, las palabras finales de la recién elegida Presidente de ese órgano autonómico, diciendo “¡Visca la República catalana!”, tuve la sensación –y lo digo con respeto pero utilizando las palabras adecuadas para describir la situación- de que estaba ante una situación grotesca protagonizada por numerosos conspiradores sediciosos.
La situación era grotesca y ridícula. Porque se estaba constituyendo un órgano constitucional, el Parlamento de la Comunidad Autónoma de Cataluña, siguiendo la legalidad vigente, el Estatuto de Cataluña, que reunía a los parlamentarios elegidos en las últimas elecciones autonómicas de acuerdo con la normativa prevista al efecto, y, sin embargo, algunos de sus componentes –que estaban allí, insisto, tras haber cumplido la legalidad vigente- dieron vivas a una realidad quimérica e inexiste: la República de Cataluña.
Así las cosas, la pregunta surge de inmediato: si a lo que aspiran es a la República catalana, ¿por qué, en lugar de servirse de los órganos constitucionales de España, no esperan a formar parte del Parlamento de Cataluña de la República catalana? ¿Cómo es posible que tengan la cara dura de vivir de los sueldos que les paga España por ser miembros de órganos amparados en la legalidad constitucional vigente?
Por eso, solo pueden ser considerados conspiradores y sediciosos. Lo primero, porque los separatistas se unen contra la legalidad vigente que es justamente la que les concede el título que los habilita para percibir sus emolumentos a cambio de cumplir una función que manifiestamente ignoran: ser parlamentario de la Comunidad Autónoma de Cataluña, parte integrante del Estado español, cuya forma política es la Monarquía Parlamentaria. Y lo segundo, porque amparados fraudulentamente en la legalidad vigente y aprovechándose de ella, están amagando con alzarse contra el orden constitucional en vigor.
Fue tan ridícula la actuación de los independentistas en el acto constitutivo del Parlamento de Cataluña, que alcanzó por sí misma la categoría de esperpento, sin necesidad de que hubiera un nuevo Ramón M.ª del Valle-Inclán que deformara la realidad acentuando sus rasgos grotescos. Porque la realidad de la actuación que representaron en el Parlament los secesionistas fue tan grotesca en sí misma que no era posible deformarla.