La siguiente etapa nos condujo de nuevo a la India urbana. A la mañana siguiente de la cena en la dunas del desierto, nos trasladamos en autobús a Jaipur, una ciudad de algo más de dos millones trescientos mil habitantes. Las carreteras principales están bien, son anchas y correctamente asfaltadas, en contraste con las carreteras comarcales por las que nos estuvimos moviendo mientras permanecimos en el ámbito rural.
Hicimos noche en Jaipur y nos levantamos muy temprano para poder subir en elefante hasta el Fuerte Amber, un palacio rodeado por una muralla localizado en una colina con vistas al lago Maotha.
Durante la cola que hicimos hasta que nos tocó el turno de subir a los elefantes sufrimos un verdadero asedio comercial. Multitud de vendedores que te ofrecían de todo chapurreando el idioma en el que se estaba expresando la víctima propiciatoria. Desde pequeñas esculturas de sándalo, pasando por sombreros para el sol, fotos y libros del palacio, abanicos de cola de pavo, etc.
El palacio es espectacular y uno de los del grupo remarcó que ahora se entendían muy las expresiones “lujo asiático” o “vives como un marajá”. Y es que en su época, y conforme a los adelantos de la época, vivían rodeados de todo tipo de lujos, en casas en las que se ingeniaban hasta para que se refrescase y perfumase el aire del interior de las estancias, usando las celosías para disminuir el aire en circulación y el efecto que más tarde se denominó Venturi.
La ventaja de que estemos haciendo el viaje en autobús es que estás en contacto con la India real. Y la que yo he visto, en lo personal, está compuesta por gente amabilísima y sumamente pacífica. Hasta tal punto de que nadie se refirió hasta ahora durante el viaje a la palabra “inseguridad”. Los indios son muchísimos y es como si fueran mareas de cabellos negros salpicados, en el caso de las mujeres, por vestidos con una colores muy alegres y perfectamente combinados. Allá a donde vayas, hay bastantes turistas y multitud de nativos. Lo cual indica que está despertando el turismo interior. Se ven también muchos niños, en las calles los hay de todas las edades, y los que son colegiales van todos uniformados.
El parque de vehículos de motor está bastante anticuado y creo que está compuesto de tantas motos como coches. Me llamaron la atención los autobuses de línea que me recordaron a los que vi en mis primeros viajes a algunas ciudades de Iberoamérica. Marchaban llenos a reventar, en modelos muy antiguos y decorados con todo tipo líneas, colores, dibujos de aves, etc.
Tengo la impresión de que no les está interesando mucho lo que estoy escribiendo sobre la India, pero les aseguro que, para mí, después de los más de trescientos días que vivimos con una situación política tan complicada, está suponiendo una auténtica cura de reposo.
Otros temas José Manuel Otero Lastresel