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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

¿Se esconde alguna extraña razón para forzar el “farsaréndum”?

José Manuel Otero Lastresel

Hasta ahora ha habido diversas explicaciones sobre la virulenta fiebre independentista que se ha desatado en Cataluña en los últimos tiempos. Por supuesto, para los secesionistas catalanes la culpa de este repunte del secesionismo siempre es de los demás. Que si España les roba, que si el PP recurrió el Estatut ante el Tribunal Constitucional, etc. Ellos, desde luego, no han tenido ninguna. Lo más fácil siempre es culpar a los demás de los males propios.

Pero conviene no dejar distraerse. Basta una simple ojeada a la historia para observar que desde hace tres siglos hay un nacionalismo larvado y enquistado, seguramente desde la guerra de sucesión española, que ha perdurado hasta nuestros días. La historia acredita también que hubo anteriores episodios en los que las autoridades catalanes declararon sin éxito la independencia de Cataluña.

Hasta ahora, sin embargo, no hubo una implicación tan decidida de una extensa capa de la población civil en obtener la independencia. Y mucho menos aún que una parte de la ciudadanía de Cataluña fuese “pastoreada” por el Gobierno de la Generalitat conduciéndola tercamente, mediante la desobediencia civil, hasta el abismo de la confrontación con el Estado.

Habrá quien piense que la postura actual de la “desobediencia civil” consiste en probar una nueva vía para conseguir la independencia, una vez que comprobaron que las anteriores declaraciones de independencia a través de los pronunciamientos no llegaron nunca a buen puerto.

Con todo, la pregunta que hay que hacerse es por qué razón, en una época como la actual en la que hemos conseguido las mayores cotas de bienestar, desarrollo y de libertad de nuestra reciente historia y en la que las fronteras se han desdibujado tras la integración en la Unión Europea, los secesionistas han llevado las cosas hasta el extremo de organizar un “farsarendum” en el que se ha enfrentado irresponsablemente a la sociedad civil contra los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.

¿Se está protegiendo a alguien con todo este alboroto del “farsarendum”? Me temo que sí, que este empecinamiento en llevar las cosas hasta el unto en el que han llegado, una vez comprobado que el referéndum era un auténtico “farsarendum” tiene que responder a algo más que a una repentina infección soberanista.

En el diario La Vanguardia del 11 de diciembre de 2016 , Eduardo Magallón, al informar de la aprobación definitiva por el Gobierno de Andorra del Principado de Andorra del final del secreto bancario, escribió textualmente: “A partir del próximo 1 de enero, el Ejecutivo andorrano recopilará la información fiscal de todas las cuentas depositadas en los bancos del país para enviar la información fiscal en el 2018 a las haciendas de cada uno de los países miembros de la Unión Europea, incluido España”. Y poco más adelante añadía: “España es uno de los países con más clientes en los bancos andorranos”.

¿No estará la tan cacareada burguesía catalana –por cierto extrañamente silenciosa en todo el conflicto- implicada hasta las cejas en un fraude fiscal masivo con fondos evadidos en los bancos andorranos del que solamente podrían salir airosos con la declaración de independencia? No me atrevo a asegurarlo, pero tampoco a negarlo rotundamente. ¿Será solamente coincidencia casual?

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