En la entrada a mi blog del 15 de agosto de 2014, hablaba de los “arreglamundos”, una subespecie del género humano, que dedica una parte de su tiempo a conversar con sus congéneres con la finalidad de arreglar solo con palabras los problemas de todo tipo que aquejan a la humanidad. Añadía que como suelen frecuentar los bares y cafeterías se les denomina también “arreglamundos de café”. Y concluía señalando que suelen estar enfermos de diletantismo: una peligrosa enfermedad que se transmite por contagio y cuyo síntoma principal es la ineficacia.
Ahora agrego que hay otra variedad, que son los “arreglapatrias”, cuya una diferencia es la dimensión territorial de lo que intentan arreglar: aquéllos, el mundo en general, y éstos la patria.
Al mediodía de hoy, escuché a Elena Gijón coincidir en Onda Cero con la tesis que defendí recientemente en la entrada a mi blog del pasado 21 de agosto, en la que sostenía que lo que verdaderamente interesa a Pedro Sánchez es permanecer indefinidamente en “estado de elecciones generales”. La razón que daba el 21 de agosto es que, mientras sigamos en esta situación de “campaña electoral inacabada”, Pedro Sánchez sigue siendo secretario general del PSOE con lo que eso significa: dirigir la actividad política del principal partido de la oposición, conservar el jugoso sueldo que percibe por todos los conceptos, y continuar con su obsesiva conducta de criticar a Rajoy y los recortes del PP como principal argumento justificativo de su veto bloqueante.
Señalado lo que antecede, cabe añadir hoy que Pedro Sánchez, después de impedir la investidura, acaba de entrar en la fase de “arreglapatrias”, y está tratando de hacernos creer que está intentando “arreglar” la España que él está deteriorando con su comportamiento empecinadamente bloqueante.
Lo que ocurre es que ha perdido tanta credibilidad que ya no es tomado en serio. Y así hay quienes califican sus contactos como “charlas de café” (Girauta de Ciudadanos) o como intentos de engañar a los ciudadanos (Juan Cornejo del PSOE de Andalucía).
Recuerdo haber tenido en mi vida una o dos pesadillas mientras dormía y alguna más, pero muy pocas, estando despierto. Pues bien, entendiendo la palabra “pesadilla” en su tercera acepción (“preocupación grave y continua que siente alguien a causa de alguna adversidad”) debo reconocer que Sánchez y su piña de percebes empiezan a preocuparme grave y continuamente. Pero no por ninguna razón estrictamente personal, sino porque no tengo empacho en decir públicamente que me duele España.
Otros temas José Manuel Otero Lastresel