Por “prohibicionismo” se entiende, según el Diccionario de la RAE, la tendencia a imponer prohibiciones. Pues bien, con la perspectiva que me dan los años vividos desde la instauración de la democracia, debo confesar que tengo la amarga y preocupante sensación de que está retornando la mutilación de las libertades.
En los casi cuarenta años que llevamos de democracia, se fueron asentando progresivamente las libertades que condujeron a la implantación definitiva de los valores cristalizados en nuestra Constitución. A esta labor contribuyeron esencialmente los dos grandes partidos que se fueron alternando en el poder, entre otras razones, porque los políticos de esos años venían de unos tiempos en los que no existían las libertades democráticas.
En ese camino, jugó un papel decisivo el convencimiento generalizado de que vivíamos en un Estado de Derecho, social y democrático, que se basaba en el imperio de la Ley como expresión de la voluntad popular. Los límites estaban, pues, claramente marcados y eran aceptados por todos los que aspirábamos a vivir en una sociedad democrática avanzada.
Si observamos detenidamente la realidad actual, se advierte la existencia de un cambio político y social, protagonizado por movimientos minoritarios, que parecen estar empeñados en desandar el camino de las libertades. Habíamos logrado hacer real aquella proclama del mayo del 68 de “prohibido prohibir”, pero hoy nos están llevando aceleradamente por la senda del “prohibir por prohibir”. Tendencia –insisto- política y social en la que parece estar amenazado el fundamento de nuestro Estado de Derecho que es la convivencia democrática dentro de la Constitución y las leyes.
Como ejemplo de lo digo en el ámbito social, me permito reseñar la conducta de los llamados movimientos “antitaurinos”. A los “militantes” de estos movimientos no les basta con hacer patente que no se debe asistir a un espectáculo que deploran, sino que quieren imponernos a todos por la fuerza que compartamos sus “fobias”.
En el ámbito político, basta recordar, por haber sucedido hoy mismo, la actuación de la alcaldesa de Badalona que ha mantenido contra viento y marea su prohibición de celebrar la Fiesta Nacional, incumpliendo el mandato judicial de mantener cerradas las dependencias municipales por ser día festivo.
Los ciudadanos nos estamos acostumbrando a ver atónitos como hay personajes que incumplen flagrantemente la ley con la excusa de la supuesta existencia de una “democracia” que diseñan a su antojo y que es distinta a la que se plasma en la ley como expresión de la voluntad popular. No quiero ser alarmista, pero si no se impiden estos escarceos “totalitaristas” que se sitúan al margen o por encima de la ley, puede que lleguemos tarde para detener el avance del prohibicionismo que parecía haber desparecido en la España democrática que nació en 1978.
Otros temas José Manuel Otero Lastresel